27 septiembre, 2006

Rafael Estrella.


Se ha anunciado que el compañero Rafael Estrella, suficientemente conocido en la blogesfera, será nombrado próximamente embajador de España en Argentina.

Enhorabuena, Rafa. Espero que puedas mantener tu presencia en el cyberespacio que no tiene distancias.

He aprovechado el hecho, además de para felicitarlo, para darle a conocer las especiales relaciones entre Mataró y la República Argentina derivadas de los próceres de la Independencia de aquel país: Mateu y Larrea, y de otros personajes importantes para ellos como Parera y Bialet-Massé.

Siempre recordaré como uno de los momentos más impresionantes de mi vida de Alcalde el que viví en el estadio de Palermo, en Buenos Aires, cuando los asistentes (unas decenas de miles) a un acto al que yo asistía como invitado recibieron puestos en pié al Presidente de la República con su himno nacional cuya música escribió a comienzos del siglo XIX el mataronés Blai Parera.

Suerte, Rafa. Me gustaría poder venir a verte en tus futuras responsabilidades.

Madrid, 27 de septiembre.

24 septiembre, 2006

Retroceder.*

*(artículo para Capgros.com)

Artur Mas, cabeza de lista de CiU por la circunscripción provincial de Barcelona y candidato a ser propuesto –si ello se tercia- para Presidente de la Generalitat se afana diciendo que el 1 de noviembre por la noche el pueblo de Cataluña debe saber qué Presidente y qué Gobierno tendrá por los próximos cuatro años.

Él y los suyos están muy confiados, demasiado quizás, que serán los que obtendrán el mayor número de parlamentarios, pero no están nada seguros que esto les dé automáticamente la victoria y por esto hacen un llamamiento a una salida que no está prevista en nuestro ordenamiento vigente: que gobierne el que haya tenido más respaldo aunque sea relativo. Esconden sistemáticamente con esto, y quieren confundir al electorado, que no estamos en un sistema presidencialista sino parlamentario, y que será el conjunto de los enviados a la Ciutadella (sede del Parlamento) que decidirá esta cuestión.

Si ninguna fuerza política saca mayoría absoluta –en número de escaños- las salidas son los gobiernos en coalición, o los gobiernos en minoría. Y todo el mundo es consciente de las dificultados de ambos,
ya lo expuse.

Ahora bien, ¿Qué podríamos esperar de una nueva presencia de CiU al frente de la Generalitat?

De entrada: No se tendría ahora de recompensarlos con que sean los que desarrollen el nuevo Estatuto –aún reconociendo que ellos también lo impulsaron y aprobaron- porque con anterioridad no habían dudado en sacrificarlo con tal de tener el apoyo necesario de la derecha centralista para mantenerse en el Gobierno.

Tampoco podemos esperar demasiado del rigor necesario en la gestión económica de la Administración, ahora que las cuentas vuelven a estar claras y arregladas, puesto que es marca de la casa, de la suya, el comportamiento laxo caracterizado por: “hace falta hacerlo(?), ya pagará o arreglará alguien (los que vengan detrás, o los otros)”

El mundo local, y especialmente los “urbanitas” tampoco podemos tener demasiada confianza en un hipotético regreso de CiU a la Generalitat. La necesaria renovación urbana y especialmente el reforzamiento de las redes sociales, ahora necesaria dado el hecho migratorio, no han sido nunca bien vistas por el nacionalismo y no hay elementos para pensar que cambie esta percepción.

La escuela pública, como elemento de cohesión social, puede volver a sufrir como cuando mandaron tiempo atrás. Son conocidas sus concomitancias con la enseñanza privada, concertada o no, y en estos momentos hace falta un fortalecimiento de la red pública para que no se produzcan de hecho dos redes escolares en virtud de los alumnos a quienes atienden, los de aquí y los recién llegados. Igual podríamos decir del necesario fortalecimiento de la universidad pública como elemento de formación de cara a las necesidades del mundo de hoy.

Y, especialmente sería conveniente no volver a la política del victimismo que sólo tiene el corto vuelo de ir arañando continuamente a “Madrid”. Ahora que hay que desplegar el nuevo Estatuto - recordémoslo una vez más, ratificado por los ciudadanos/as- lo que hace falta es negociar con aquellos que han hecho posible el avance en el autogobierno, y no favorecer los contrarios al mismo. Negociar, no pelearse. En este sentido la moción en el Congreso de días atrás sobre el aeropuerto no indica el mejor camino. Es preciso mirar más allá de la queja para encontrar soluciones que sean posibles.

En estas cosas hay que pensar en la carrera electoral que oficialmente ahora empieza. Estos son algunos elementos sobre los que se debe reflexionar por no ir hacia atrás. De las otras alternativas, con sus “pros y contras”, hablaré más adelante.

Mataró, 21 de septiembre.

18 septiembre, 2006

Mafias o transportistas: Construir el discurso a partir de la realidad.

En el tema de la inmigración está asimilado en el análisis que se hace habitualmente (en los medios, entre los políticos, en las ONG’s) de la llegada de personas sin los pertinentes requisitos (papeles) que han sido traídos por “mafias”. Querría poner en cuestión esta consideración y el calificativo.

Ya sé que hace daño a los ojos (o a los oídos), que es políticamente incorrecto, hablar de los trabajadores como fuerza de trabajo y no como personas, pero en el análisis económico tradicional el trabajo es una mercancía más. En esta visión nos encontramos con una oferta de trabajadores (que piden trabajo) que se corresponde a una demanda de trabajadores (a los que se les ofrece trabajo).

Si habláramos de otra mercancía, por ejemplo de un determinado mineral que se da en unas zonas del mundo y se puede transformar en otras que no lo tiene, entonces los que se dedicaran a su comercio serían honrados o escrupulosos ( o no tanto, o no mucho, o más o menos) comerciantes, o mercaderes en el lenguaje antiguo, o “brokers” en el lenguaje moderno. Pero si lo mismo se hace con fuerza de trabajo, entonces son “mafias”. Hay oferta porque hay demanda, sin ésta no existe la primera, y en este caso no es una demanda inducida. Y los gobiernos, y las sociedades bienpensantes y aprovechadas de los países ricos ponen estorbos para llegar a este mercado a los pobres, mientras no cuestionan ni a los ricos, ni a su propia riqueza que genera la demanda

Repasemos a donde van a trabajar los inmigrantes “irregulares”. En una sociedad abierta, dispersa y compleja la economía es muy variada: la economía de subsistencia de las sociedades antiguas ha sido sustituida por la economía “informal”; las empresas integradas del industrialismo por las microempresas fruto de la desagregación productiva; las actividades reguladas por un sinnúmero de actividades marginales; la ejecución directa de la producción por la subcontratación. Y es en esta nueva organización económica de la sociedad que se crea un especial mercado de trabajo al que mayoritariamente van los flujos d’inmigración.

Y esto, ¿Cómo se controla? Probablemente al igual que cuestiono el concepto de “mafia” en el transporte de personas, sería preciso cuestionar en este marco el intento de inmigración controlada. Porque, ¿Cómo controlar si el origen de la demanda ya por sí es irregular?

Madrid, 16 de septiembre.

P.D. Curiosamente (para mí) el editorial de El Pais de ayer va en la misma dirección.

10 septiembre, 2006

Repensar el catalanismo. Lo que hay, ¿Es suficiente?.*

*(artículo para Capgros.com)

Creo que el crecimiento y desarrollo del catalanismo político siempre ha sido posible gracias al Estado. Si, esto que se denomina Estado Español, no España. Por Estado entiendo, y creo que se ha de entender, el conjunto de instrumentos jurídicos administrativos que tiene una entidad política por funcionar.

El catalanismo político empieza a gestarse en el marco de los movimientos de reacción que se dan por toda Europa en la mitad del siglo XIX contra el racionalismo uniformizador derivado de la Ilustración y de la Revolución francesa. Por mucho que se pretenda, ni después de la pérdida “de las libertades nacionales” en 1714, ni antes con “Els segadors”, se puede hablar con exactitud de movimientos “nacionales” por la sencilla razón que “La Nación” no existía. Existía la Corona, el Soberano, la Monarquía compuesta en el caso español, estábamos, como por todas partes, en el absolutismo, en el Antiguo Régimen con sus “brazos”.

Los intentos de las clases emergentes de Cataluña de la segunda mitad del siglo XIX, de obtener papel y un cierto reconocimiento de su especificidad cultural, primero fueron en la línea cambiar el funcionamiento de un Estado que no les servía y que sólo les estorbaba. Estuvieron a punto de conseguirlo, el general Prim, la Primera República, pero fueron derrotados. Algunos pactaron a cambio del proteccionismo, otros creyeron que era preciso ir más allá. Es decir, la ineficacia del Estado, cuanto no su inexistencia como Estado moderno, comportó que empezaran a cocerse y a crecer movimientos “catalanistas” que fueron cogiendo fuerza relativa, tampoco tanta, a medida que el tiempo no sólo no resolvía las demandas de modernidad sino que las agravaba. Fijémonos en los trabajos de la esmirriada Mancomunidad, tan costosamente arrancada, dotaron al país de las herramientas de todo Estado moderno, especialmente remarcables en el campo de la educación.

La Segunda República podía haber sido un momento histórico para cambiar aquella situación, hay que recordar el pensamiento y la obra de Azaña para pensarlo, pero su corta experiencia fue truncada por la reacción franquista que volvió a parar el desarrollo del Estado.

Deberá ser la transición, y la decidida e irreversible marcha hacia la Democracia, la que dote a este conjunto denominado España de unas estructuras jurídicas y administrativas adecuadas a los tiempos y parecidas a las de los países adelantados. Y como que en este contexto se desarrolla lo que se ha denominado Estado de las Autonomías se posibilita la consolidación de las manifestaciones más hondas y reivindicadas del catalanismo a través de un amplio espacio de autogobierno. Es a decir, que ahora es la existencia del Estado moderno que con su reconocimiento posibilita el imaginario “nacional” catalán.

Pero para el conjunto español, del concepto España, quizás esto llega tarde. En Cataluña ya se han desatado intentos, intereses, anhelos que quieren ir más allá. Se ha acumulado, ciertos o no, agravios y ambiciones que no tienen suficiente con ello. Ya no es suficiente el reconocimiento y asunción de los hechos más relevantes como la lengua y la cultura, de un amplio autogobierno en cuestiones tan importantes como la educación, la sanidad, o la policía. Para algunos, los nacionalistas, todo esto es el camino para ir hacia el autogobierno completo (la independencia, a más corto o largo plazo) que es a lo que en definitiva aspiran. Ya no piensan en términos de España, con un Estado moderno que los reconozca y los englobe, sino que piensan ya en un nuevo Estado catalán. Empapados de nacionalismo desde las instituciones, los medios de comunicación públicos (curiosamente no los privados, los que viven del mercado), la escuela pública y la privada y la capacidad de autogobierno, se afianza y se instala en la sociedad un ambiente “nacionalista” de una amplitud que no podían pensar los iniciadores del movimiento hace más de 150 años.

Con una diferencia. Que ya no están solos en el conjunto de España. Pese a no tener “particularidades”, otros trozos del conjunto se han apuntado al carro aprovechando que la construcción del Estado moderno no tiene porqué seguir las pautas tradicionales y, además, su complejidad hace que sea mejor hacerlo descentralizado. Y aún más, pese a resistencias de ciertos sectores que piensan distinto y cuanto tienen la oportunidad frenan este proceso y abogan por la construcción centralizada del Estado, empieza a aceptarse, aunque de una forma tímida, la idea de una España plural, unida en la diversidad.

Estamos en medio de la segunda oleada descentralizadora del Estado español. Acabamos de lograr, con refrendo directo, un nuevo techo de autogobierno. Creo que es preciso empezar a cerrar el tema. La España de las autonomías ha dado suficiente juego a sus “particularidades”, históricas o no, para que ahora sus habitantes en lugar de continuar mirando hacia dentro, con el autogobierno respectivo alcanzado, miren conjuntamente hacia afuera.

¿Qué pasa en el mundo? ¿Qué perspectivas se divisan? ¿Qué hay que preparar para nuestros nietos? Y aquí será conveniente debatir, como siempre en la Historia moderna, entre conservadores, liberales, progresistas y radicales. Y resolver democráticamente. Ya sé que a los “nacionalistas” esto no les gusta ni les conviene puesto que los acota a un campo de juego de segunda (o quizás de tercera, si tenemos en cuenta Bruselas) y dentro de este campo las competencias de autogobierno también se tendrán que ejercitar no en clave de reivindicación nacionalista sino en clave de modelo de sociedad, como en las administraciones locales. Y esto para los ciudadanos y ciudadanas de este histórico y viejo rincón del Mediterráneo Occidental seguramente les será más provechoso para encarar su futuro.

Mataró, 6 de septiembre.