23 octubre, 2006

Ahora, los ciudadanos. Ahora, Montilla.*

*(artículo para Capgros.com)
Desde hace muchos años, desde la reanudación de la democracia, el debate recurrente en Cataluña ha ido girando en torno a las esencias. Somos, no somos, que debemos ser, como estamos, el ensamblaje, nos quieren, los queremos,... El Estado de las autonomías empezó como un experimento para resolver los “casos” catalán y vasco y se ha convertido en un amplio proceso descentralizador del Estado que poco podían imaginarse los que lo empezaron. Generalizado, aceptado, con un éxito notable, de tal manera que ahora se hace difícil pensar que sea reversible, o que pueda haber otra cosa.

La insistencia nacionalista en Cataluña en ir más allá, de corregir y aumentar lo que se consiguió entonces, ha arrastrado a un segundo proceso descentralizador al Estado. Los más centralistas, que ya tuvieron que aceptar la primera racha, se han resistido todo lo que han podido a continuar avanzando. Pero con tenacidad y posibilismo Cataluña ha logrado un nuevo Estatuto y detrás han venido y están viniendo otros: Andalucía, Valencia, Baleares, Aragón,... y los que siguen.

Ahora es el momento de recoger los frutos y consolidar por un largo periodo lo que se ha conseguido. No es un proceso automático, hará falta trabajar mucho y durante bastante tiempo.

Los números del gasto público de las Administraciones del Estado están quedando distribuidos de la forma siguiente: A excepción de los gastos de la Seguridad Social, la Administración del Estado tiene el 31% del gasto, las Administraciones autonómicas el 51%, y las locales el 18%. Nadie puede negar la profundidad del proceso descentralizador. Dos cosas hay que hacer notar: La primera, el elevado volumen de gasto administrado por las autonomías se debe a que las grandes rúbricas del gasto público: la sanidad y la educación están a sus manos. La segunda, el escaso peso de las administraciones locales indica el posible camino de mayor descentralización que todavía tiene nuestro sistema.

A los dos puntos da respuesta la propuesta socialista a las elecciones en las que nos encontramos de cara al 1 de noviembre. La acción del próximo Gobierno de la Generalitat debe centrarse en la gestión correcta de las necesidades más habituales de los ciudadanos y las ciudadanas de Cataluña. Toda acción de Gobierno, de cualquier nivel, tiene incidencia más o menos en la vida de los ciudadanos. Desde la política exterior, la guerra y la paz, a la gestión del agua, para llevarla o sacarla de las casas. Pero hay un conjunto de cosas que son de una importancia que se palpa en la vida cotidiana de las personas: la sanidad, la educación, la vivienda, los servicios sociales,... que se deben resolver lo más cerca posible.

Cuando los socialistas planteamos la propuesta de la hora de los catalanes y catalanas, de los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña, estamos queriendo poner el acento en las condiciones de vida de las personas que viven en Cataluña por encima de debates que creemos que ya hemos superado por mucho tiempo sobre nuestras esencias. Estos debates seguramente los habremos de hacer de y a otro nivel tal y como va el mundo hoy en día. La energía, la inmigración, los flujos económicos, el medio ambiente,.. Seguro que estos temas nos deben preocupar, y debemos encontrar marcos para discutirlos más allá de nuestros pequeños territorios. Pero la gestión de la Administración autonómica se debe centrar en los ciudadanos y las ciudadanas de aquí.

A esto nos convoca José Montilla que creo que por su trayectoria y su personalidad está indicado por encabezar esta etapa post Estatuto que ahora empieza.

Los que hemos sido Alcaldes sabemos lo que es estar cerca de la gente y de sus problemas. Sabemos lo que es escuchar las a veces contradictorias peticiones de la ciudadanía y dar la respuesta adecuada. El día a día, cada día.

El próximo día 1 de noviembre los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña tienen la palabra. Creo que, pese a lo que se diga y se pretenda obviar, la acción del Gobierno de Cataluña de los últimos tres años, y especialmente la consecución del nuevo Estatuto avala la apuesta por la continuidad de la experiencia de un Gobierno progresista encabezado por un socialista. Y sobre todo, para el que ahora se debe hacer. Hace falta que más allá del País haya la visión de los problemas y de los temas que preocupan a los ciudadanos y a las ciudadanas del País.
Mataró, 22 de octubre.

09 octubre, 2006

Otoño.

Johann Michael Neder
Die Heimkehr der Herde
Osterreichische Galerie Wien

Mataró, 9 de octubre.

Cultura de coalición.*

*(artículo para Capgros.com)

El Gobierno de la autonomía catalana siempre ha sido de coalición. Primero, y durante 23 años, la formada por dos partidos: CDC y UDC. Después, en los tres últimos años, por el denominado tripartito, entre PSC, ERC y ICV (que a su vez también es una coalición). Hay, pero, diferencias importantes entre las dos coaliciones. Una, ir a las elecciones con la coalición formada previamente (CiU es ya una marca que poca gente identifica con una coalición), frente a la formalización de la coalición con posterioridad a los resultados electorales. Dos, la existencia de un liderazgo fuerte y indiscutido en el caso de Jordi Pujol, frente a la aceptación, que no reconocimiento, del liderazgo de Pasqual Maragall en el caso más reciente. Hay que remarcar que ninguno de los dos líderes estará presente (directamente) en la próxima contienda electoral.

Los gobiernos de coalición siempre traen tensiones, aquí y en todas partes. En nuestro caso sólo hace falta tirar de hemeroteca por constatarlo. No sólo el reparto de las cuotas de gobierno entre los socios, sino también las percepciones diferentes en más o menos puntos concretos de la acción de gobierno. Esto comporta mantener equilibrios entre las tensiones que es trabajo del Presidente modular. Pero al mismo tiempo, es responsabilidades de los coaligados conocer hasta dónde se puede tensar la cuerda hacia las posiciones particulares sin que se rompa. Ambas cosas, el trabajo del Presidente y el criterio de los componentes de la coalición, son a la vez necesarias y convenientes para la buena marcha el Gobierno, y configuran la “cultura” de la acción coaligada.

De la primera coalición, por su larga duración, tenemos buen conocimiento. De la segunda, por su corta duración y por su dificultosa marcha por méritos propios, se puede tener una valoración más sesgada, y creo injusta por insuficiente.

El futuro Gobierno de la Generalitat seguramente deberá ser de coalición puesto que ni la historia electoral de los últimos tiempos, ni las previsiones demoscópicas actuales, auguran gobiernos de mayoría. Puede darse la posibilidad de gobierno en minoría con respaldo parlamentario externo, pero creo que es una opción que pese a no ser descartable puede devenir complicada para la gobernabilidad de la comunidad autónoma.

El arco político está bien asentado, y no es previsible a corto plazo su cambio. Las cinco opciones políticas están bien definidas, tanto en el eje identitario como en el eje del modelo de sociedad, configurando una nebulosa amplia. Así mismo tienen unos sólidas bases electorales de un grosor considerable por poder negociar sus posiciones. Con este panorama el desarrollo de culturas de coalición es absolutamente imprescindible para tirar adelante la etapa que ahora empieza de despliegue del nuevo Estatuto. Será preciso limar las puntas programáticas respectivas en busca de los amplios espacios de consenso para construir una gestión de gobierno conjunta, y más allá del Gobierno, para obtener un amplio respaldo parlamentario.

Esto no quiere decir que ahora, en periodo de campaña electoral, a la demanda del voto de los ciudadanos/as para las respectivas opciones, se hayan de rebajar las propias pretensiones, pero hay que explicar también que el día siguiente del 1 de noviembre se abrirá un nuevo periodo en que la gobernabilidad para aprovechar el desarrollo posible del nuevo Estatuto será primordial. Ahora no se debe hablar de como se gobernará, sino de qué propuestas se hacen para conseguirlo.

Ahora cada cual debe defender sus posiciones que es lo que personalmente haré en la próxima campaña. Por cierto, mi último artículo suscitó un debate sobre el tema de la escuela. Mi apuesta para reforzar la escuela pública no cuestiona la existencia de la privada, concertada o no, sino los peligros que para la convivencia puede provocar el establecimiento de hecho de dos redes educativas de diferente calidad y la firme voluntad política de que esto no se produzca, y de aquí la necesidad de anteponer el derecho a la libertad de escoger, para los que pueden hacerlo, el derecho a la misma calidad entre los componentes del sistema educativo para dar las mismas oportunidades a las que todos nuestros niños y jóvenes, hayan nacido dónde hayan nacido, tienen derecho para tener un lugar y un futuro a nuestra colectividad.

Madrid, 3 d’octubre.