29 diciembre, 2006

Remachando el clavo. "Omnia animal..."*

*(artículo para Capgros.com)

Ahora que se acaba el año. Leyendo algunos comentarios sobre la situación política del catalanismo tras el convulso periodo político que nos ha tocado vivir tengo la impresión de que en ellos se expresa un cierto desencanto y/o desorientación sobre cómo ha quedado todo. De la euforia en el Parlamento de Cataluña el 30 de septiembre del 2005, al acuerdo Mas - Zapatero de comienzos del 2006, al debate en las Cortes Generales, la ruptura del tripartito y la salida de Esquerra del Gobierno Maragall, del referéndum del Estatuto, de las elecciones anticipadas y su resultado. Y como consecuencia de todo ello un Gobierno de Entesa presidido por José Montilla, y el sosiego (al menos por ahora, que dure)

Creo que se obre paso una profunda reflexión sobre lo que realmente somos y lo que realmente podemos ser, si es que podemos ser algo diferente de lo que somos dada la realidad del mundo de hoy. Algo se apunta, pero poco reconocido aún. Ya sé que esta clase de reflexión a muchos (no sé del cierto cuántos) no los debe gustar demasiado. Pero las cosas son cómo son.

Tras la retirada de Pujol, en lugar de rebajarse, la tensión nacionalista fue en aumento. La España plural que ofreció Zapatero en lugar de considerarse como una oportunidad positiva se tomó como una posibilidad de ir más allá de lo que se ofrecía provocando una durísima reacción que a punto estuvo de echarlo todo a rodar. Parecía no sólo que podíamos ir hacia un Estado federal, sino abiertamente confederal. Que teníamos en la punta de los dedos los viejos sueños de la Nación “rica y plena”.

Todo esto se ha desvanecido, y creo que por mucho tiempo. Maragall pudo decir en Sant Jaume de Frontanyà que el Estado había quedado residual en Cataluña, con gran alarma otra vez de algunos, omitiendo, pero, que el nuevo techo de la autonomía catalana lo era dentro de un Estado que, no sin resistencias, había aprobado su descentralización y que era la fuente de la nueva legalidad y de donde provenía su legitimidad, por lo tanto nada de residual.

Llegados hasta aquí, ¿Ahora qué? ¿Por dónde hay que continuar, si hay que continuar? El cansancio generalizado que ha comportado todo el proceso, la falta de respaldo social más allá de sectores ya convencidos, la impresión general que los problemas están en otra parte, pese a que no se sepa demasiado dónde están las soluciones, pero que las estrictamente territoriales no lo son, comporta forzosamente que se abre un nuevo periodo que debe empezar por mirar que ha quedado en el vaso después de la espuma.

Reiteradamente, en mis escritos y en las reflexiones públicas, insisto que hay que dejar de mirarse el ombligo. Hay que levantar la cabeza y mirar a lo lejos. Las preocupaciones que señala la última encuesta del CIS son suficientemente significativas: la ocupación, la inmigración, el terrorismo, la vivienda... Hay mucho por recorrer en la resolución de lo que realmente preocupa a la gente. Los temas no son fáciles. ¿Qué pensaríamos de la ocupación si no estuviéramos dónde estamos ahora, a punto de bajar del 8% de parados...? Claro que posiblemente ahora no es el paro sino en qué condiciones se da la ocupación existente: precariedad, inseguridad, desigualdad,... ¿Qué pensaríamos de la inmigración si los que vienen no estuvieran llenando necesidades evidentes de nuestro sistema productivo y social...? Claro que el tema es cómo aprendemos a convivir con gente de otros colores, otros olores, otras lenguas y otros Dioses... ¿Qué pensaríamos del terrorismo si volvieran a haber muertes como tiempos atrás,...? Si, pero mientras tanto todavía hay gente que va con escolta en el País Vasco... ¿Qué pensaríamos de la vivienda si viéramos crecer nuevamente barrios de chabolas...? Claro que las nuevas condiciones sociales reclaman atención, e inevitable crecimiento urbanístico... Y es preciso hablar de energía, de dónde la producimos y como la consumimos.

Pasada la etapa identitaria que hemos vivido últimamente no creo que haga falta paso entestarse más en ello. Pongamos los esfuerzos en los grandes temas: Cataluña dentro de España, España dentro de Europa, Europa en el Mundo. Todo un programa a desarrollar, hablaré de ello el año próximo. Con mis mejores deseos para todos.

Mataró, 29 de diciembre.

23 diciembre, 2006

Postal de Navidad.


Angelo musicante
Detalle del Tríptico “Madonna con Bambino”
Giovanni Bellini (1488)
Basílica de Santa Maria dei Frari
Venecia

PAU, ara i sempre
PAZ, ahora y siempre

Manuel Mas i Estela
Diputado a Cortes

Mataró, Madrid, XII-2006.

21 diciembre, 2006

¿Qué estamos dispuestos a pagar?*.

*(artículo para Capgros.com)

Ahora que se acercan las fiestas del consumo el sector del comercio avisa que faltan dependientes/as para sus establecimientos. Poca gente quiere ir trabajar en un sector que tiene unos horarios difíciles y unos sueldos bajos, además de un elevado nivel de contratación temporal. De la situación del sector de la restauración no hace falta demasiadas explicaciones puesto que bien a la vista está una parte de sus componentes (la otra parte, la que está a los fogones, es más negra. En todos los aspectos). En los servicios socio-sanitarios es conocida también la dificultades de encontrar personal. En este sector, también con horarios complicados y sueldos bajos, sólo la venida de trabajadores (o, mejor dicho trabajadoras) inmigrantes consigue con dificultad cubrir la demanda.

Podríamos seguir con otros sectores. La agricultura, la construcción, la minería, la comunicación,...

En todos ellos las características son comunes, ya las he reseñado: jornadas complicadas por lo que s entiende hoy por la comodidad y conciliación de la vida personal; sueldos bajos, con poco o escaso reconocimiento de derechos laborales, ¡Ni a mileuristas llegan!; precariedad y acelerada rotación; y consiguientemente baja formación y nulas perspectivas para desarrollar el trabajo.

Bien, todo esto es conocido y denunciado. Pero, ¿Qué pasaría si se dignificáramos las condiciones laborales de los trabajadores de estos sectores? Seguramente se pondrían en cuestión los fundamentos del funcionamiento de los mismos, en muchos de sus aspectos: calidad (mala) y cantidad (seguramente excesiva) de la oferta existente.

Cojamos por ejemplo el tema de los sueldos. Un aumento de los mismos se podría hacer a expensas de los beneficios empresariales, hecho que no es demasiado probable que se produzca (aunque las ganancias de determinadas empresas lo permitiría), pese a que para otras quizás no es posible (puesto que la existencia de minifundismo empresarial en muchos sectores no lo permite).

Entonces sólo quedaría su traslación a los precios, a su aumento claro está. Y entonces, ¿se podrían mantener los servicios que actualmente se dan? O mejor dicho, ¿se podría mantener la demanda existente de estos servicios hoy? ¿Qué elasticidad, que decimos los economistas, tiene la curva de demanda de los mismos? ¿A qué precio están (estamos) dispuestos a adquirir estos servicios las amplias capas de población que hoy los usan? ¿No estaremos comprando los unos bienestar para nuestras vidas a cambio del malestar de los otros?

Hay que mirar cara a cara a las personas que trabajan en estos sectores y pensar algo. Ya llega la Navidad.

Madrid, 14 de diciembre.