26 febrero, 2007

Tecnocampus*.

*(artículo para Capgros.com)
En el año 1999 la ciudad de Mataró estaba culminando la concreción del proyecto que habíamos denominado “la nueva ciudad”. En aquellos tiempos era evidente también la irreversibilidad del declive de la base económica tradicional de la ciudad, su sector industrial textil.

Había que buscar nuevos horizontes, tanto para la ciudad como para su economía, y de aquí surgió el proyecto Tecnocampus. En síntesis, pretendía actuar en un conjunto de campos para colocar la ciudad hacia la dirección que se divisaba de cara al futuro.

Partíamos de algunos elementos para establecer la base de partida, especialmente en la larga singladura de nuestra Escuela Universitaria Politécnica (EUPMt), que era, y es todavía, una apuesta única (por su titularidad) de una Administración Local para formar técnicos en informática, electrónica y telecomunicaciones. Era, hace falta recordarlo, el momento del crecimiento de la burbuja tecnológica, de las empresas.com, que más adelante explotó. Recuerdo también los esfuerzos que Antoni Farrés, comisionado para la Sociedad de la Información, hacía en la Comisión Ejecutiva de la FMC para explicarnos los vertiginosos cambios que se estaban produciendo en las formas de conectividad. Si se estaba atento se veía por dónde iría el futuro.

Formación de cuadros técnicos con la Escuela; de ciudadanos/as con la conexión social; de las empresas directamente; de emprendedores con la incubadora de base tecnológica; de nuestra propia administración municipal poniéndola a la red; de las posibles formas de conectividad (que hoy tienen poco que ver con el que hablábamos entonces); y, por último, levantar un equipamiento cívico que albergara físicamente muchos de estos objetivos. El ayuntamiento de Mataró ha ido dando cuenta en este años transcurridos de los adelantos, dificultades, éxitos y problemas que ha tenido este proyecto, y Pilar González Agàpito ha mantenido la llama encendida del mismo.

Al inicio no fue demasiado bien comprendido. La base social de la ciudad, la dinámica partidaria, y la complejidad rápidamente variable del asunto no ayudó demasiado a que tirara fácilmente adelante. Recibió descalificaciones, incomprensiones y desprecios. Sin embargo, había que tener presente que cuando en el año 84 empezamos “la nueva ciudad” tampoco fuimos demasiado comprendidos, hasta que su materialización permitió una cumplida aceptación. Hizo falta tiempo para traducir en hechos aquella propuesta que al inicio era sólo una visión de futuro para la ciudad.

Pero el tiempo y la ciudad han haciendo el camino que a finales del siglo pasado sólo intuíamos a pesar y gracias a los asesoramientos técnicos que nos ayudaron a empezarlo. Ahora, todo el mundo que se plantea estos temas va en línea coincidente con el que entonces propusimos. Sólo hay que ver lo que dice el Plan Avanza del Gobierno del Estado para confirmarlo. Seguramente no todo fue perfecto, seguro que hicimos errores y quizás hubiera podido ser mejor, pero cuando alguien me habla por dónde han de ir las cosas encuentro parecidos con nuestro proyecto.

Ahora se pone la primera piedra del futuro equipamiento Tecnocampus. Entonces, al comienzo, no fue prioritaria la “pata” del equipamiento, tanto por la falta de recursos para afrontarla como por el trabajo que había, y que era posible hacer, en otros campos del proyecto y que permitían tirarlo adelante.

La actuación de ahora continúa y muestra la consolidación del proyecto.

Madrid, 26 de febrero.

12 febrero, 2007

La tensa actualidad.*

*(artículo para Capgros.com)

El día a día se impone.

Quisiera hablar del mundo y de su evolución económica, y más ahora que regreso de una visita oficial por el Oriente que alguna pincelada del que pasa me ha dejado. ¿Qué está pasando con la incorporación acelerada de un tercio de la población mundial a los circuitos económicos de los que habían estado al margen secularmente?

También podría hablar de la actividad legislativa con la que hemos empezado el nuevo periodo de sesiones en el Congreso. De la dinámica de transposición y adaptación a nuestra normativa de las disposiciones emanadas de Europa. ¿Qué representa para la “soberanía nacional” la existencia de una instancia por encima de los Estados, instancia voluntaria creada por ellos mismos y que paulatinamente va configurando una nueva y potente administración superior?

También podría volver a incidir en la marcha de la economía con los últimos datos, por ejemplo en la reducción de la inflación, o los movimientos empresariales que se están produciendo en sectores estratégicos, o en la tramitación del importante Estatuto del Trabajo Autónomo.

Pero la vida política española está marcada por los dos temas que la han lastrado en los últimos años: el tema vasco y el tema catalán. No conseguimos desembarazarnos de ninguno de los dos. No conseguimos lograr unos puntos de estabilidad por aparcarlos por alguna generación, y poder así encarar otros problemas, que desde mí punto de vista, son más cruciales. No lo conseguimos.

Los esfuerzos que se han hecho desde el actual Gobierno en ambos temas han sido considerables. En el caso vasco, intentando nuevamente, como lo hicieron otros Gobiernos de signo diferente, abrir vías de diálogo por acabar y cerrar el conflicto. En el caso catalán, abriendo en profundidad una segunda fase de descentralización del Estado en el marco de las posibilidades que permite la Constitución del 78. Los últimos movimientos de la judicatura, y en su máxima cúpula, abren incertidumbres plausibles sobre si también será imposible que se logre este intento. El problema es catalán, pero tal y como está yendo el proceso en su extensión a otras comunidades autónomas, se extenderá a todo el proceso descentralizador. Por cierto, esta semana el Congreso ha dado luz verde por una nueva reforma estatutaria, la de las Islas Canarias.

Pero estos dos temas no avanzan por la frontal oposición del principal partido de la oposición, el PP. Hecho a tener especialmente en cuenta puesto que es la única alternativa existente hoy. Esta frontal oposición obedece a dos aspectos. El primero estratégico, de concepción. Es una visión radicalmente diferente del resto de fuerzas políticas del que se debe hacer. En el caso vasco, sólo la lucha total hasta su aniquilamiento de la ETA, sin ninguna concesión a los resquicios para ofrecerles una salida teniendo en cuenta la innegable base social existente. No es que desde las otras fuerzas políticas se vea la cosa muy diferente, especialmente el abandono de la violencia para hablar. Pero de la intransigencia a la flexibilidad siempre hay un recorrido. En el caso catalán es el miedo ancestral de aquella visión de España que la ve una y única y que le cuesta, o no quiere, aceptar su diversidad que todo proceso descentralizador favorece, y que de triunfar la supera completamente.

Pero además de esta opción estratégica se añade una voluntad táctica de erosionar al Gobierno Zapatero hasta límites extremos. Si bien es cierto que el papel de la oposición no es el de facilitar las cosas al Gobierno de turno, también es cierto que este papel debe tener, en una visión de Estado, unos límites que no se pueden traspasar. Con su oposición frontal se corre el riesgo, sino se ha llegado a él ya, de producir una rotura en el cuerpo social y llevarnos a un enfrentamiento civil de consecuencias imprevisibles. ¿Otra vez las dos Españas?

¿Cómo continúa la vida cotidiana en el País Vasco si no se llega a un punto de diálogo y de acuerdo? ¿Cómo se ajusta el sentimiento nacional catalán si se anula el costoso y complicado proceso que se ha hecho en los últimos tiempos? El problema no es quien gana este partido. La vida continúa, pero, si no sale bien, ¿Cómo continúa? ¿Qué salidas se dan a los dos temas, el vasco y el catalán, para que no representen elementos de inestabilidad permanente de nuestra vida colectiva? Hasta 1975 en la historia de España sólo se cerraron puertas. Ahora no es posible esta solución. ¿O algunos piensan que sí?

Madrid, 8 de febrero.