07 agosto, 2008

Podium.

Me gustan las ciudades en actividad, con gente en las calles y bullicio. Pero también disfruto de ellas cuando están paradas, en reposo. Salir el domingo por la mañana del centro de la Plaza Mayor de Salamanca, seguramente llena de ruido todavía no debe hacer demasiadas horas, es una delicia. Nos despide la concejala de Relaciones Institucionales, no sé por qué razón no puede venir el Alcalde. Él se lo pierde, quizás no podía, quizás nos hizo un feo. Y por las calles todavía tranquilas de la ciudad enfilamos la carretera. (Por cierto, ¿os habéis fijado que en el escudo del Ayuntamiento de Salamanca están las cuatro barras?)

A poco salir nos desviamos por rutas secundarías dónde las vacas y los toros nos miran curiosamente detrás de las vallas cuando pasamos. Paisaje típico salmantino de campos moteados por encinas aquí y allá. Revueltas, subidas y bajadas hacen agradable el camino. El avituallamiento en Monterrubio de la Sierra, uno de los tantos pueblecitos de labradores que hay en la Comunidad de Castilla y León. Debe de haber medio pueblo para recibirnos y acompañarnos mientras reponemos fuerzas. La señora del Alcalde nos trae pasteles de la tierra para endulzarnos el domingo.

A poco de la salida, entrando en Pedrosillo de los Aires, una subida fuerte nos deja sin aliento y los “ángeles empujadores” tienen trabajo a manta. En el último reagrupamiento se decide como se repartirá el podium de la etapa y me adjudican el tercer puesto. La compañera diputada gallega Marta Estrada, que debuta en estas jornadas, es conducida en “volandas” hasta la línea de llegada. El senador José Mª Chiquillo, valenciano, aguanta el fuerte ritmo y será el segundo, y yo sacando el hígado por la boca para no ser atrapado por el pelotón que siento detrás mío a punto de cogerme con el pulsómetro pitando sin cesar por lo revolucionado que había puesto mi corazón.


En la meta de Guijuelo hace mucho calor con un sol que abrasa. No me he puesto crema protectora solar y por la tarde sufriré la “quemada” en rodillas y brazos. Nos duchamos en el polideportivo municipal. Si el primer día, en Fuentesaúco, el agua salía fría, hoy sale hirviendo. Alguien comenta que quizás se piensan que están escaldando cerdos puesto que la población es sede de una potente industria agroalimentaria de productos de ibérico.

Comemos en el mismo polideportivo un arroz preparado con más buena intención que acierto. El autocar nos devuelve a Salamanca y los que hemos venido a las Jornadas con nuestro propio vehículo hacemos el trayecto hasta Segovia. Enfilamos detrás del vehículo de Juan Luis Gordo, que es de estas tierras, y cortamos por carreteras secundarias y aprovechamos al tiempo ver el paisaje atravesando pequeños pueblos campesinos.

Cena en el hotel, como el primer día de las Jornadas en Salamanca, pendientes de la pantalla dónde se disputa la final del campeonato de Europa de fútbol. La mayoría disfrazados con camisetas de la selección siguen enfervorizados el encuentro hasta estallar en la alegría por el triunfo de nuestros. Incluso corre el cava para celebrar también el aniversario de uno de nuestros acompañantes que por lo que después sabré acabó vestido dentro de la piscina del hotel.

El día ha sido cansado: bicicleta, calor, traslado, euforia, y más vale ir a descansar que mañana habrá que volver. En Segovia es Fiesta Mayor, San Pedro, y desde la ventana de la habitación, a media noche, veo los fuegos artificiales.

Segovia, 30 de junio.

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