15 febrero, 2011

Los "privilegios".

Crece el mal humor entre los diputados/as de a pie. Vaya, entre aquellos que conozco más y me relaciono habitualmente (que tampoco son tantos y generalmente sólo de míos).

Nuevo empujón, o arreo, de la extrema derecha contra la dignidad de los políticos. Sí, ya sé que puede haberlos indignos (como en todas partes), también sé la mala imagen que arrastramos los políticos convenientemente azuzada por los que mal hablan de la democracia (demasiadas veces con nuestra propia ayuda).

Pero hay que plantarse ya. Hay que reivindicar el papel social y el trabajo que hacemos los representantes de los ciudadanos. Hay que reivindicar la dignidad de la política y de los que la ejercemos. Somos un porcentaje pequeño, entre todos, los que nos dedicamos, más o menos profesionalmente y con más o menos acierto, del universo social. Es el conjunto de la ciudadanía ejerciendo su voto, o absteniéndose, que periódicamente nos mantiene o nos retira su confianza. Mientras ejercemos su representación tenemos que disfrutar de la consideración correspondiente. Ciertamente, sin privilegios, pero con el reconocimiento social que corresponde. La dignidad de los cargos –con todo lo que comporta- no la podemos menospreciar. Repito, sin privilegios pero tampoco sin humillaciones. Cómo corresponde, con parámetros actuales y parejos, al papel que tenemos dentro de la sociedad.

El año pasado fue el tema de las “vacaciones” parlamentarías. La aceptación tácita del hecho trajo al establecimiento de alguna sesión extraordinaria haciendo una interpretación forzada del artículo 73 de la Constitución, no a reconducir la situación por la vía de un auténtico trabajo parlamentario más allá de reunirnos en sesión en el hemiciclo.

Ahora el ataque va contra los supuestos “privilegios” de que disfrutamos los parlamentarios. Y nuevamente, en lugar de plantarnos contra el ataque, dar las explicaciones oportunas –que existen y ahí están- , aceptamos que hay que revisar los “privilegios” intentando amansar a las fieras populistas y demagógicas. Los Presidentes del Congreso y del Senado en lugar de defender qué somos, qué hacemos y cómo se nos tiene que considerar (y consiguientemente retribuir) entran en el juego al que también se apunta de una forma escandalosa el jefe del Partido Popular (vivir para ver).

Hay que rechazar la mayor. No podemos entrar en tacticismos y oportunismos. No se trata de negociar nada. Si hay que corregir algo que se haga. Pero desde el mantenimiento de la dignidad del trabajo y de los que lo hacemos. Todos los excesos son perjudiciales.

Por cierto, hace pocos días venía en el periódico que un jugador de fútbol en paro había encontrado trabajo, del suyo, está claro. En un equipo profesional modesto, de segunda División. Normal, si estaba en el paro es que no debe de ser un crack. ¡Felicidades, chaval! Ah!, también supimos que lo contrataron por el sueldo mínimo que habían negociado los representantes de los futbolistas y los clubes. Nada, 60.000,-€ al año. País.

Mataró, 10 de febrero.