09 marzo, 2011

Trapaceros y desvergonzados.

Primer round (son tres) del análisis de la fiscalización de la Cuenta General del Estado del año 2008 en las Cortes. (El Tribunal de Cuentas rinde sus informes a una Comisión Mixta del Congreso y del Senado).

Probablemente será el último análisis del actual mandato, toda vez que dudo que podamos ver las cuentas del 2009, que dictaminará el Tribunal de Cuentas a finales del presente año, con la Legislatura todavía viva. Las circunstancias parlamentarías de los meses de diciembre y enero lo hacen difícil.

Las cuentas del Estado del 2008 tienen una particularidad de sobras conocida. Son las primeras afectadas por la crisis económica y presentan un resultado negativo, de déficit, después de unos cuántos años –desde el 2004- con superávit.

A pesar que no es trabajo de la Comisión Mixta valorar el resultado de las cuentas -sino sólo atender el informe de fiscalización del Tribunal de Cuentas en el sentido de si las cuentas están o no bien hechas (art. 199 del Reglamento del Congreso de los Diputados) y qué hay que proponer para corregirlas o mejorarlas si es preciso- es evidente que los grupos parlamentarios, especialmente la alternativa que ahora está en la oposición, aprovecharían esta primera presentación para hacer una valoración política de la actuación gubernamental tal como se desprende de los resultados expresados en las cuentas. Por lo tanto, ya iba preparado para afrontarla, no me tenía que coger por sorpresa una deriva previa de este tipo.

Mi prevención fue superada. El portavoz del PP, mi contraparte en esta Comisión, apenas empezada su intervención se lanzó a un furibundo ataque, con unos calificativos del tono más subido. Traición, engaño, mentiras, hacia el pueblo español por parte del Presidente del Gobierno. Claro, Zapatero es el blanco de todas las invectivas, pero detrás de él, el Gobierno y el grupo parlamentario que le apoya. Es decir, nosotros, yo también.

Para sustentar esta catarata de descalificaciones, Ramón Aguirre, mostró una carta que la Asociación de Inspectores del Banco de España envió al Vicepresidente Solbes en mayo del 2006 en la que denunciaban la actitud complaciente del entonces Gobernador del Banco de España (su jefe superior) hacia el elevado riesgo en que a su parecer estaban incurriendo las entidades financieras por culpa de la “burbuja” inmobiliaria y el descalabro que se podía ocasionar. “¡Ustedes ya lo sabían y lo escondieron!” clamó vehemente y rotundamente el portavoz popular.

La carta en cuestión es conocida puesto que ha sido utilizada últimamente por la prensa antigubernamental para hacer sus ataques. Es la táctica de hacer salir primero la noticia en determinados medios, y después, amparándose en su publicación, hacer el ataque político en las Cámaras. Pero hay que leerla. La carta es una denuncia que se dirige al Ejecutivo -el que tiene que proponer la regulación (también la puede proponer el Legislativo)- de que el supervisor, el Banco de España, no hace bien su trabajo.

Después de luchar – muy especialmente las corrientes liberales europeas- por un supervisor independiente del Ejecutivo, no sometido a sus instrucciones, ahora resulta que quién es el culpable de todo es el Gobierno. Claro, para la derecha, la culpa de todo es del Presidente Zapatero. Si él desapareciera, bien, mejor, si mandaran ellos, se acabarían todos nuestros males.

Este furibundo ataque, o esta dirección del ataque, olvida muchas cosas. La principal, que se acaba de exponer: No distinguir, o intentar confundir, la diferencia entre el supervisor y el regulador, casi nada. Pero hay otras tanto o más importantes: el momento de la denuncia, en el punto álgido de la burbuja especulativa que nadie conseguía parar; el tono preventivo de lo que podía pasar, que ciertamente fue premonitorio; la indicación de las causas, la busca de recursos en el exterior con productos “híbridos”, titulitzación de activos y endeudamiento a corto plazo en el mercado mayorista exterior. Y sobre todo, la causa que desencadenó todo el proceso del estallido de la burbuja inmobiliaria: el estallido previo de la burbuja financiera internacional (hipotecas “subprime”, el 2007; Lehman Brothers, el 2008) que había permitido la otra burbuja (tal como dicen los inspectores en su carta). Todo esto en el marco internacional, no solamente español.

Tal como repliqué en el debate que hicimos en la Comisión Mixta, ahora, cuando le hemos levantado la cola vemos si es macho o hembra. Ahora, cuando ya han estallado –y no sólo en España- las burbujas especulativas, es fácil cargar las culpas en el Gobierno de las consecuencias del derrumbe. Pero es hacer trampa, es tener una actitud tramposa, “trapacera” (vid. Casares: que con astucias y mentiras procura engañar a otro). De acuerdo, el Gobierno tiene alguna responsabilidad en no haber cortado de raíz la espiral especulativa (aunque, ¿era fácil hacerlo? Hizo intentos, como la nueva Ley del Suelo), pero nadie previó el estallido tan virulento y el hundimiento tan rápido que se produjo entre el primer trimestre del 2008 y el segundo del 2009. Ni el PP en su programa electoral del 2008, ni los Gobiernos de la mayoría de países occidentales, ni los analistas y comentaristas. Ahora, se ve muy claro qué pasó, pero ni en la formación de la burbuja, ni en los beneficios que disfrutamos gracias a ella, todos, que disfrutamos todos, se levantaron muchas voces diciendo que íbamos por mal camino, o que acabaríamos tan mal. Sí, ahora sí. Ahora son muchos que lo dicen, pero después de haberle levantado la cola y constatar su condición.

Lo que viene después ya es conocido: el intento de mantener la demanda con esfuerzo público, las medidas para sanear el sistema financiero lastrado por el ladrillo, las exigencias derivadas del mantenimiento de la moneda única. ¿Renegaremos de aquellos intentos, con los FEIL’s por ejemplo, o los estímulos fiscales, o el FROB? Es normal que las cuentas del 2008, y las que saldrán el 2009, registren déficits. Son el fruto de unas políticas anticíclicas que emprendieron, mientras pudieron, muchos gobiernos de todo signo. Son la consecuencia de los años buenos en que todos vivimos obnubilados dentro de la burbuja financiera, que en nuestro caso se añade la inmobiliaria. Es el final del mantenimiento de políticas públicas apalancadas con deuda que ahora es insostenible.

En esta nueva etapa -en que nos hemos encontrado más repentinamente de lo que pensábamos- es de trapaceros y de ventajistas cargar todas las responsabilidades en una sola persona que, además, brega para salir y sacarnos asumiendo el esfuerzo y la responsabilidad. Es de desvergonzados pretender sacar réditos electorales inmediatos sin explicar que las cosas son mucho más complicadas y que no se arreglarán sólo pretendiendo endilgar las culpas a una sola persona, sino que harán falta muchos esfuerzos consensuados, explicados y compartidos mande quién mande.

El combate de la Cuenta General del Estado del 2008 continúa. Todavía quedan dos asaltos más en las próximas semanas. En la Comisión para tomar las resoluciones correspondientes y después su ratificación en los Plenos de las Cámaras.

Mataró, 4 de marzo.

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