14 diciembre, 2013

Esta película ya la conocemos.


Conocida la voluntad de unos importantes - por número y responsabilidad- grupos políticos de formular una pregunta (o preguntas) a los ciudadanos/as de Cataluña sobre su futuro y cuándo les gustaría que se hiciera la consulta, en qué fecha exacta, hace falta ahora aclarar cómo se puede vehicular esta voluntad.

En primer lugar hay que decir que no se puede formular como un acuerdo de la voluntad de la Cámara parlamentaría donde que se sientan estos grupos puesto que de hacerlo así acontecería un acto normativo que como tal podría ser impugnado, con toda seguridad por quien tuviera capacidad de hacerlo, ante el Tribunal Constitucional que cómo ha sentenciado otras veces (Ley de consultas vascas, por ejemplo) lo tumbaría.

Cerrada esta vía directa, que parece que nadie propone pero que hay que explicar, la siguiente posibilidad es la de la iniciativa legislativa que el art. 108 del reglamento del Congreso de los Diputados permite en su apartado 3 a las Asambleas de las CC.AA., en este caso al Parlamento de Cataluña, y al art. 127 del mismo reglamento a través de una proposición de Ley que tiene toda una tramitación que empieza por su toma en consideración. Es lo que se hizo con el denominado Plan Ibarretxe con el resultado conocido.

 
Una posibilidad parecida es la que prevé la presentación de una también proposición de ley por diputados del Congreso directamente, establecida en el art. 126 del Reglamento del Congreso. Cualquiera de los correspondientes diputados a Cortes de los grupos políticos proponentes lo puede hacer, con catorce firmas más, o un grupo parlamentario (CiU lo tiene).

Estas dos posibilidades, más allá de que puedan aplazarse más o menos en el tiempo según las prácticas políticas que se apliquen, favoreciendo o atrasando su debate, empieza, como ya se ha dicho, con su toma en consideración. Después de la presentación de lo que se pide, los grupos parlamentarios se posicionan en un debate para ver si se acepta considerarlo o no, y a continuación se vota. Bien, a estas alturas, antes incluso de determinar el proceso que se quiera adoptar, ya sabemos el resultado sea cual sea la vía: Una amplia mayoría del Congreso votará en contra de la petición de considerar que el Estado transfiera a la Generalitat la capacidad de hacer una consulta de lo que se pretende.

Que sea por voluntad del Gobierno del Estado, a través de un proyecto de ley que permita la consulta también está obviamente descartado hoy por hoy. Por lo tanto, cegadas todas las vías, se acaba la primera parte de la película: No hay consulta. Ahora bien, como que esto comporta un cierto tiempo, se ha aprovechado para “fer bullir l’olla” (marear la perdiz). Cuidado, pero, de sí a la olla se le pone o no tapadera: puede evaporarse su contenido o puede estallar.
 
Puede, según como, ser un cierre en falso, o que alguien pretenda que lo sea, y empuje una continuidad proponiendo otros finales. Por ejemplo, que se pretenda volver a la vía inicial de hacer la consulta por un acuerdo del Parlamento de Cataluña. El resultado sería estéril igualmente puesto que acabaría con el previsible final de una sentencia contraria del TC.

¿No hay salida, pues? Salida legal no la hay. Política, siempre. Salidas políticas: La primera, que ya se apunta, es la de una convocatoria electoral que tuviera la pretensión implícita de referéndum. Implícita, que no explícita puesto que no tendría cobertura legal. En este caso, su previsible resultado conllevaría intentar repetir el proceso que se intenta empezar ahora, con más legitimidad quizás, pero abocado al mismo resultado. Vaya, un bucle infructuoso. La segunda salida política sería, antes o después de un nuevo proceso electoral, esto no es necesario, hacer la andadura fuera de la legalidad vigente, con una acción de cariz revolucionaria, (sí, sí, no hay que asustarse por la palabra, se trata de cambiar una situación legal) que llevaría a unas incalculadas (o, ¿ya están calculadas por alguien?) consecuencias: desde el Uruguay, a echar por el balcón la esfinge de la monarquía y a enfrentarse a la fuerza por las calles. Penosa, esta, ¿verdad? La tercera salida, que hoy por hoy sólo se invoca de “boquilla” por todo el mundo es la de sentarse a hablar, armarse de paciencia y tiempo, tejer complicidades, desmontar adversarios, ganar amigos, e intentar encontrar una salida que pueda satisfacer en todo el mundo, cosa que ya se sabe que quiere decir no satisfacer a nadie completamente. Las terceras vías siempre tienen este problema.
Será interesante ver como se mueven los jugadores en este tablero tan complicado. Lo más probable es -como corresponde a los tiempos- que algunos, o prácticamente todos, salgan malparados, y el pueblo decepcionado y desencantado.

Mientras tanto, los medios y los periodistas irán enviando cestas de Navidad a la Plaza de San Jaime, lado norte, en agradecimiento al trabajo que les proporcionan. ¡Mira por dónde!, alguien todavía sacará provecho de todo este enredo.
 
 

13 de diciembre. Santa Lucia. “¡Que Santa Lucia nos conserve la vista!”.