Hace veinte años, el continuado
goteo de noticias que salpicaban el sistema político era un suplicio. Hay que
recordarlo: Desde el jefe de la Guardia Civil al Gobernador del Banco de España
salían en los diarios como malhechores, lo eran. La pinza política, el
sindicato del crimen periodístico, la crisis económica post- olímpica, el
Gobierno del momento desgastado al máximo. Bien, aquello pasó, hubo cambios, la
economía se enderezó, nos rehicimos y vivimos una etapa de cierta tranquilidad.
Ahora, parece que volvemos a
aquellos tiempos. Volvemos a estar instalados en un Cafarnaúm. Parece. Rápidamente
hay gente que sale en tromba a certificar el final de la Transición, a pedir a
gritos su superación y la construcción -de verdad, dicen- de una auténtica
democracia. Quizás sí que tienen razón, desde sus posiciones, evidente. Pero, ¿sus
posiciones son las que quiere la mayoría de la población, y además, son las más
convenientes para la mayoría de la población?
La transición fue un pacto entre
lo que se moría solo y lo que nacía sin fuerza. La Dictadura se iba por decrepitud
pero no por el empuje de la democracia. Había que encontrar una salida para ambas,
para los que se iban y para los que venían. Hubo un pacto: la Constitución del 78. ¿Está superado aquel pacto? Para los que no
estaban, o no participaron o perdieron, tanto de un lado como del otro, sí.
Según ellos, los hechos lo demuestran. ¿Más ahora que hace veinte años? Es
lógico que los que no se sienten suyo aquel pacto lo denuncien y exijan una
nueva salida. Ahora bien, ¿tienen la fuerza suficiente para imponerse sin
levantar reacciones en contra?
Es inaudito que crecidos por los
recientes resultados electorales hayan quienes clamen y proclamen la inminencia
del cambio. ¿El 8% del 45% del cuerpo electoral, es una gran fuerza? Llamativa
quizás sí, por sorpresiva, ¿real? Hombre, desde el punto de vista leninista...
Pero las revoluciones como se hacían en el siglo XX no sé si son demasiado
factibles en las sociedades opulentas, sí, opulentas a pesar de las evidentes
desigualdades, de hoy en día a nuestro entorno. Los Mesías y los profetas
siempre tienen parte de razón a pesar de que sus visiones seas apocalípticas.
Pueden anunciar cambios, pueden ser seguidos por grupos incluso numerosos, generan
muchos fuegos de paja que a veces dejan rescoldos pero a veces sólo son humo. A
veces, pero, también levantan incendios pavorosos.
Atención, no nos alarmemos más de la cuenta.
2 de junio. El día de la abdicación del Rey Juan Carlos.