16 febrero, 2015

Deuda y déficit públicos.

Generalmente el volumen de la deuda pública de un país se expresa en forma de porcentaje sobre el volumen del Producto Interior Bruto (P.I.B.). De este modo se quiere significar cuál es la importancia de la deuda en relación a la magnitud de la economía total, lo que se produce en un año en un determinado país. Puede ser una deuda pequeña en volumen, pero en relación con una economía pequeña puede ser muy importante, o puede ser una deuda muy grande en relación a una economía voluminosa y no ser tan significativa. Grecia y Alemania, por ejemplo. La deuda griega es de casi el 175% de su producto y sube algo más de 300.000 millones de euros y la alemana sólo es algo más del 75% del P.I.B., pero sube más de 2,15 billones de euros.


Según los datos que facilita Eurostat (todos los datos de ahora en adelante están sacados de esta fuente) a finales del 2013, supongo que pronto ya incorporarán las del 2014, los países de la U.E. que tenían un endeudamiento público de más del 75% del P.I.B. eran los siguientes, ordenados por importancia de esta relación:





Claro que esto no nos indica cuál es el volumen de deuda de cada uno de ellos. Generalmente esto no se pone de manifiesto puesto que siempre se quiere indicar su capacidad de pago que pretende estar expresada en la relación con el P.I.B. que he expuesto antes. Pero vale la pena tenerlo presente, al menos para saber las magnitudes. Por orden de su volumen es el siguiente, también de los mismos anteriores países que tienen un porcentaje significativo de deuda sobre el P.I.B.:






Lógicamente los países con un gran peso económico y con mucha población son los que están por delante. 


En relación a esto último, la población, la división de la deuda total entre la población nos da el que le tocaría a cada ciudadano/a de cada uno de este países, independientemente de que sean más o menos ricos. El orden per cápita es el siguiente:






Los cuadro y las gráficas anteriores nos dan la situación actual (la última conocida del 2013). Pero, ¿Cuál ha sido la evolución de esta magnitud para llegar hasta aquí? Los datos presentados por Eurostat arrancan de 1995 y están en términos corrientes, es decir en euros de cada año, sin tener presente la corrección de la variación de los precios. Si cogemos sólo los cinco principales países en volumen de la deuda desde 1995 y tomamos por referencia (índice=100) el volumen que tenía Alemania en 1995, la evolución viene en el cuadro y la gráfica siguientes:







Tomar como punto de referencia Alemania en 95 no va mal puesto que aquel país entonces estaba haciendo el esfuerzo de digerir la incorporación de la Alemania del Este (la RDA) con todo lo que representó desde el punto de vista de las ayudas públicas y del déficit que creó. Bien, en aquel momento, 1995, el volumen de la deuda italiana ya era de 99,5% de la alemana, la francesa del 64,3%, la del Reino Unido del 41,5% y la española del 27,7%. Pasados casi 20 años, ¿cómo ha evolucionado aquella magnitud? Bueno, ahora el volumen de la deuda alemana se ha multiplicado por dos, la italiana prácticamente también, la francesa casi por tres (2,8), la del Reino Unido por cuatro y la española por algo más de tres veces (3,2).


Lo que sí hay de destacar es que en este periodo -donde hubo buenos momentos para la economía y de peores, los recientes- prácticamente nunca el volumen total de la deuda de estos cinco países ha disminuido, excepto en el Reino Unido en 2007. ¿Qué ha pasado pues para que esto haya sucedido de esta manera? Pues que nunca las economías públicas de estos países han producido superávits que se destinaran a enjugar la deuda y por lo tanto, en los años deficitarios ésta iba subiendo. El mercado de la deuda pública así ha devenido un mercado de refinanciación de la deuda existente contraviniendo la teoría keynesiana de contrarrestar el ciclo económico.


Ahora que se habla de devolver la deuda podemos preguntarnos: ¿Se puede pagar nunca este volumen de deuda, ya sea por los alemanes o por los griegos? Me parece que realmente no. ¿Esto quiere decir que se convertirá en una deuda perpetua escondida en continuadas y sucesivas refinanciaciones? Seguramente. Entonces, ¿dónde está el problema si no se pagará nunca por nadie? Primero, en la capacidad y voluntad de los mercados prestamistas de continuar este juego. Pueden no querer seguirlo, por ejemplo pidiendo el cumplimiento de los vencimientos establecidos, pero con riesgo de que los deudores no cumplan, porque no pueden cumplir. En este caso, quizás es más sensato ir manteniendo la pelota como si no pasara nada y convertir la deuda en perpetua de facto. El segundo problema está en el coste de esta deuda, el interés exigido por el préstamo, en el que cada país puede tener su correspondiente prima de riesgo. No parece que hoy tenga que ser un especial problema para los países de la U.E. si ésta se va dotando de mecanismos comunitarios conjuntos. Y llegamos al tercer problema, que es el real: ¿Pueden los países ir incrementando indefinidamente este volumen impagable a base de pedir continuadamente más recursos ya que que sus finanzas están permanentemente desequilibradas por el lado de los gastos? ¿Hasta cuándo, aun en coyunturas desfavorables (de bajo o nulo crecimiento) como las actuales, podemos mantenerse los déficits públicos? ¿Hasta cuando se mantendrá la cabeza escondida como el avestruz ante el peligro sin afrontar el problema real?

Este es el problema de los griegos hoy y de todos, todos, los países europeos también. A guisa de ejemplo, la corrección en 2011 del artículo 135 de la Constitución española sólo fue un “apaño” para continuar el juego, o atrasarlo hasta el 2020, sabiendo que vete a saber qué pasará entonces, y mientras se había ganado el mantenimiento de la confianza para continuar la pelota una temporada más.


Los griegos, el nuevo gobierno griego, han abierto el debate negándose a continuar el mecanismo establecido hasta ahora de hacer la corrección hacia la estabilidad presupuestaría tal como se ha venido preconizando desde las instituciones financieras internacionales. ¿Se saldrán con la suya? ¿Serán capaces todos juntos de encontrar una salida diferente a la que hasta ahora se ha determinados como única? El problema no es la deuda existente, que nunca pagará nadie. El problema es el déficit que habrá que gestionar de otra manera de cómo se ha venido haciendo hasta hoy, y no vale mirar sólo por el lado de los gastos, que también, sino sobre todo por el de los ingresos, pero no de los ingresos de los que ya están pagando, sino de los que no quieren pagar. ¿Serán las clases adineradas conscientes de que tienen que contribuir al mantenimiento de la colectividad, o tanto les da el estallido social (y económico) que se divisa?


16 de febrero.