17 septiembre, 2010

La Reforma laboral.*

*(artículo para Capgròs.com)
De entrada, no creo que la elevada tasa de paro que estamos sufriendo esté causada por la normativa legal que regula las relaciones laborales. Creo que las causas primordiales son económicas, de nuestra base económica, que da para lo que da, no todo lo que quisiéramos, y sociales, de nuestro tejido social, que aguanta lo que aguanta, mucho más de lo que parece. Evidentemente, tampoco estoy de acuerdo con esta apreciación simplista, demagógica e interesada de que la culpa es toda del Gobierno.
En el momento álgido de crecimiento económico, no hace mucho, tuvimos nuestro punto más bajo de desocupación, en torno el 8% de la población activa, unos dos millones de personas sin trabajo, un porcentaje y una cifra realmente elevadas. Sorprendentemente, en los años de fuerte crecimiento, tuvimos que “importar” trabajadores, unos 4 millones y medio, y conseguimos que trabajaran más de 20 millones de personas. Después, vino el hundimiento del “motor” del crecimiento, el sector de la construcción con todo el que conlleva que es considerable, y se puso de manifiesto que no tenemos base económica para mantener este elevado nivel absoluto de ocupación y que tardaremos en tenerla de nuevo y que habrá de ser necesariamente distinta. No que no tenemos base, sino que ésta –que no es para despreciar- no puede cubrir hoy por hoy todas las demandas de ocupación que generan los habitantes que hay en este país.

El dilema es, sobra gente que quiere trabajar, o conseguir una base económica que dé trabajo a los que lo buscan. Resolver el dilema es de una gran dificultad puesto que ahora no será posible reducir la primera y es poco plausible que en poco tiempo cambiemos la segunda. Lo que es cierto, es que las bases de la consideración de las cifras del paro han cambiado. La demografía y sus componentes, crecimiento, saldos migratorios, condiciones sociales, ya es diferente. La enconada lucha en el mundo de todos los países para crecer y hacerse un lugar también lo es. La posible, para algunos, solución retrocediendo no es, a mis ojos, deseable.
Dicho esto, ¿Había que cambiar el marco legal regulatorio de la actividad laboral para adaptarse a estas nuevas circunstancias? De entrada tengo dudas. No creo, cómo he dicho al comienzo que sea la cuestión primordial. No obstante, dos fuerzas importantes empujaban a hacerlo. De un lado los constreñimientos internacionales, que no por ser incluso odiosos hay que menospreciar. Y de otra, la evidente necesidad de intentar adaptarse a los cambios.
Estas dos fuerzas concitan reacciones antagónicas. Mientras que la patronal abraza fervientemente su necesidad, por evidentes intereses, los sindicatos son de todo punto alérgicos a tomarlas en consideración, por principios y lógica interna. Los intentos de encontrar algún equilibrio entre ellos devienen infructuosos y la pelota, endemoniada, cae en manos del Gobierno. Digo endemoniada puesto que haga lo que haga no contentará a nadie. Los unos se quejarán por demasiado, amenazando con una huelga general, que sólo debilitará al Gobierno sin representar alternativa. Los otros considerarán que es corta, dejando solo, sin espaldarazo, al Gobierno con su previsible desgaste que abre la puerta a una alternativa política mejor para ellos.

La situación política actual y la distribución de fuerzas parlamentarías tampoco ayuda en nada a la acción gubernamental. Los posibles votos a la izquierda, alineado con las tesis sindicales, rechazan cualquier cambio. Los votos a la derecha aprietan para forzarlo mucho más, puesto que creen, ventajosamente, que es clave para salir de la situación económica, hecho que no considero evidente. Pocas posibilidades, pues, de hacer una reforma con amplio consenso y respaldo.
El texto que en el Congreso de Diputados votamos definitivamente la semana pasada es voluntarioso e intenta ser equilibrado. Toda su tramitación y tal como ha sido recibido así lo indica. El ministro Corbacho hizo votos para su duración. Veremos. No dependerá del propio texto, sino de la evolución de las circunstancias económicas generales y de los acontecimientos políticos que se irán produciendo en los próximos meses. A pesar de que fuera bueno lo contrario, el debate continúa abierto.
Mataró, 13 de septiembre

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