En “Informe Semanal” de RTVE hace unos días dieron un reportaje (el vídeo aquí) sobre la posible instalación en tierras de Soria, en Noviercas, de una granja de vacas de más de 25.000 cabezas de ganado.
La solución de los problemas de la España
vacía, que no vaciada como les gusta decir a políticos y periodistas
indocumentados, no pasa por instalaciones como esta que en realidad solo
contribuirían más aún a la desertización del territorio.
Vayamos por partes: Primero, no es vaciada
sino vacía. No es que alguien la ha vaciado, es que se ha ido vaciando que no
es lo mismo. No ha sido una acción consciente y predeterminada de alguien, ha
sido el resultado del desarrollo económico y social de la colectividad (aquí y
en muchas otras partes), una etapa del crecimiento económico tal como se
estudiaba tiempo atrás, que ha reducido la ocupación del sector primario
(agricultura, ganadería, pesca, minería, …) fruto de las mejoras (o
sustitución) en la producción, distribución y comercialización de sus bienes y
servicios que han conseguido proporcionar de alimentación y materias primeras
al conjunto de la población sin necesidad de tener fijada la gente a la tierra
muchas veces en la pura y dura supervivencia.
Segundo: no se trata de seguir la tendencia explicada,
enseñada y fomentada por las escuelas de negocios (“negocios”) de ir a la búsqueda de la máxima eficiencia productiva
para conseguir los mayores beneficios posibles con el mito y el espejismo de
que en ello ganaba todo el mundo. Por este camino hacia el gigantismo, los
monopolios y la falta de todo tipo de escrúpulos, solo vamos a cargarnos la
Tierra (el ejemplo del buque
encallado en el canal de Suez es otra muestra de ello). De lo que se trata
es de producir siendo respetuosos con la Naturaleza, los trabajadores, los
consumidores y toda la sociedad con la
que compartimos y construimos la Vida.
Una granja de este tipo es una bomba
ecológica, es un peligro demográfico, es la aniquilación de un territorio, es
la destrucción del mercado. Ciertamente, su eficiencia en términos de
producción, oferta, precios, parece ser muy superior a la de las granjas
tradicionales (o ya no tan tradicionales, puesto que también se han
modernizado) pero esto es falso. Vuelvo a decirlo, es falso ya que no se tienen
en cuenta las externalidades que comporta, visibles o escondidas. Lo que parece
que nos ahorramos a la hora de pagar los productos lo pagamos de otra manera o
lo pagamos luego (¿quién mantiene las camas de las UCI’s ocupadas por los
efectos de la pandemia por ahora?) Sí, posiblemente podrán ofrecer mejores
precios (y sobre todo, mejores beneficios empresariales) pero, ¿a qué coste? Al
coste de hundir a muchos pequeños productores que entonces sí vaciarán el
territorio desapareciendo mientras que ahora lo mantienen; al coste de ofrecer
un producto a los consumidores prácticamente sintético (ya se hizo con las aves
de corral); al coste de unas instalaciones y servicios públicos (pagados por
todos) para llevarles los inputs i sacarles los outpouts (desde chupar los
acuíferos, a las carreteras necesarias, a la eliminación de los residuos).
Algún día tendremos que hablar de los fresones de Huelva o de los tomates de
El Egido, ¿verdad?
Todo por un plato de lentejas (el empleo de un
pueblo, de una comarca, de un punto en el mapa) a cambio de menos platos en
otros lugares. La miope visión de los “pobres alcaldes” que lo ven con buenos
ojos, sí, pero que no ven más allá de sus narices, pone de manifiesto la
obsolescencia y el peligro que representa mantener
administraciones locales impotentes, estériles e inadecuadas en la vida del
mundo de hoy en día. ¿Cómo una administración de un municipio de 150 habitantes
(¿existe una cosa parecida?) puede controlar lo que comporta una instalación
agropecuaria de este tamaño? Imposible. Los promotores harán lo que les venga
en gana, el territorio se empobrecerá y en resumen será pan para hoy para
algunos y hambre para mañana para muchos más. Tenemos muchos ejemplos de ello,
solo hay que pasearse por el territorio.
Todo esto nos lleva a pensar cómo distribuimos nuestro gasto y cómo pretenden que la gente sobreviva (¿feliz?) con bajos sueldos y martingalas para entretenerse. Pero esta es ya otra historia.
19 de abril.