19 abril, 2021

Desmesurado, fuera de medida.

En “Informe Semanal” de RTVE hace unos días dieron un reportaje (el vídeo aquí) sobre la posible instalación en tierras de Soria, en Noviercas, de una granja de vacas de más de 25.000 cabezas de ganado.




(fuente: El Norte de Castilla)


La solución de los problemas de la España vacía, que no vaciada como les gusta decir a políticos y periodistas indocumentados, no pasa por instalaciones como esta que en realidad solo contribuirían más aún a la desertización del territorio.

Vayamos por partes: Primero, no es vaciada sino vacía. No es que alguien la ha vaciado, es que se ha ido vaciando que no es lo mismo. No ha sido una acción consciente y predeterminada de alguien, ha sido el resultado del desarrollo económico y social de la colectividad (aquí y en muchas otras partes), una etapa del crecimiento económico tal como se estudiaba tiempo atrás, que ha reducido la ocupación del sector primario (agricultura, ganadería, pesca, minería, …) fruto de las mejoras (o sustitución) en la producción, distribución y comercialización de sus bienes y servicios que han conseguido proporcionar de alimentación y materias primeras al conjunto de la población sin necesidad de tener fijada la gente a la tierra muchas veces en la pura y dura supervivencia.

Segundo: no se trata de seguir la tendencia explicada, enseñada y fomentada por las escuelas de negocios (“negocios”) de ir a la búsqueda de la máxima eficiencia productiva para conseguir los mayores beneficios posibles con el mito y el espejismo de que en ello ganaba todo el mundo. Por este camino hacia el gigantismo, los monopolios y la falta de todo tipo de escrúpulos, solo vamos a cargarnos la Tierra (el ejemplo del buque encallado en el canal de Suez es otra muestra de ello). De lo que se trata es de producir siendo respetuosos con la Naturaleza, los trabajadores, los consumidores  y toda la sociedad con la que compartimos y construimos la Vida.

Una granja de este tipo es una bomba ecológica, es un peligro demográfico, es la aniquilación de un territorio, es la destrucción del mercado. Ciertamente, su eficiencia en términos de producción, oferta, precios, parece ser muy superior a la de las granjas tradicionales (o ya no tan tradicionales, puesto que también se han modernizado) pero esto es falso. Vuelvo a decirlo, es falso ya que no se tienen en cuenta las externalidades que comporta, visibles o escondidas. Lo que parece que nos ahorramos a la hora de pagar los productos lo pagamos de otra manera o lo pagamos luego (¿quién mantiene las camas de las UCI’s ocupadas por los efectos de la pandemia por ahora?) Sí, posiblemente podrán ofrecer mejores precios (y sobre todo, mejores beneficios empresariales) pero, ¿a qué coste? Al coste de hundir a muchos pequeños productores que entonces sí vaciarán el territorio desapareciendo mientras que ahora lo mantienen; al coste de ofrecer un producto a los consumidores prácticamente sintético (ya se hizo con las aves de corral); al coste de unas instalaciones y servicios públicos (pagados por todos) para llevarles los inputs i sacarles los outpouts (desde chupar los acuíferos, a las carreteras necesarias, a la eliminación de los residuos). Algún día tendremos que hablar de los fresones de Huelva o de los tomates de El  Egido, ¿verdad?

Todo por un plato de lentejas (el empleo de un pueblo, de una comarca, de un punto en el mapa) a cambio de menos platos en otros lugares. La miope visión de los “pobres alcaldes” que lo ven con buenos ojos, sí, pero que no ven más allá de sus narices, pone de manifiesto la obsolescencia y el peligro que representa mantener administraciones locales impotentes, estériles e inadecuadas en la vida del mundo de hoy en día. ¿Cómo una administración de un municipio de 150 habitantes (¿existe una cosa parecida?) puede controlar lo que comporta una instalación agropecuaria de este tamaño? Imposible. Los promotores harán lo que les venga en gana, el territorio se empobrecerá y en resumen será pan para hoy para algunos y hambre para mañana para muchos más. Tenemos muchos ejemplos de ello, solo hay que pasearse por el territorio.

Todo esto nos lleva a pensar cómo distribuimos nuestro gasto y cómo pretenden que la gente sobreviva (¿feliz?) con bajos sueldos y martingalas para entretenerse. Pero esta es ya otra historia.


19 de abril.