03 noviembre, 2018

Aspavientos.


Ahora todo son aspavientos, supongo que sinceros. Sin embargo lo cierto es que se veía a venir –y continuará- y las lamentaciones, las exclamaciones y las imprecaciones también.

¿Saben algo de historia y de política quienes nos han metido en este lio? Me temo que no, que poco, aunque algunos sean profesionales de ello. En su nube (ahora también digital) han construido un mundo ajeno a la realidad. ¿Pensaban que lo que hacían y decían saldría gratis? ¿Tan poco conocían o valoraban el alcance de su envite? Tanto los que lo hicieron, como los que contemporizaron con ello, como los que lo comprendieron, ¿no creían que acabaría así? Cierto, irá así, y todavía no ha terminado, faltan muchos actos por venir. La reacción acaba de empezar, veremos donde se para. Pero pintan bastos.

Era, y es, de esperar la magnitud de la respuesta al órdago lanzado y –de la forma que se ha producido todo- también era, y es, de esperar la sorpresa a la respuesta. Demasiada, ocultación, demasiada “astucia”, demasiada ambigüedad, demasiada ambivalencia, demasiada ingenuidad, demasiado nadar y guardar la ropa. ¿El final del camino, “à bout du souffle”? Pues no lo sé. Hace exactamente tres años lo dije y me equivoqué, estamos en el mismo sitio. ¿En el mismo sitio? No. Mejor según unos y peor según otros. Parece que esto va para largo, paciencia.

Mientras tanto se va degradando la convivencia en el ámbito privado y en el espacio común, la gestión pública y la administración, las relaciones exteriores a la que se les traspasa el problema,... Una sensación de cansancio va invadiendo la sociedad. Mal rollo. Todavía nadie quiere, o puede, ceder y el tema se alarga. Algunas voces voluntariosas claman sin encontrar eco, al menos perceptible.

Continuaremos viviendo. Las colectividades –en su evolución- siempre han estado en conflicto. ¿Por qué ahora tendría que ser distinto? Al final iremos adelante o atrás según cómo y desde dónde se mire. Siempre es así, la mirada colectiva es poliédrica.


Hay un buen trecho entre los sueños y la realidad

Nada cura las heridas como un bello sueño.
¿Quien no arriesgaría la vida por un bello sueño?
¿Qué sería de nosotros sin un bello sueño?
¿Qué haríamos del día y de la noche?

Para construir un bello sueño
hay que ser, además, suficientemente espabilado
-cuando se tuerce la fortuna-
para salir de entre los escombros 
y hacer otro rápidamente.

J.M. Serrat, "Para construir un bello sueño". 1989.

3 de noviembre.