*(artículo para Capgros.com)
Ahora que se acercan las fiestas del consumo el sector del comercio avisa que faltan dependientes/as para sus establecimientos. Poca gente quiere ir trabajar en un sector que tiene unos horarios difíciles y unos sueldos bajos, además de un elevado nivel de contratación temporal. De la situación del sector de la restauración no hace falta demasiadas explicaciones puesto que bien a la vista está una parte de sus componentes (la otra parte, la que está a los fogones, es más negra. En todos los aspectos). En los servicios socio-sanitarios es conocida también la dificultades de encontrar personal. En este sector, también con horarios complicados y sueldos bajos, sólo la venida de trabajadores (o, mejor dicho trabajadoras) inmigrantes consigue con dificultad cubrir la demanda.
Podríamos seguir con otros sectores. La agricultura, la construcción, la minería, la comunicación,...
En todos ellos las características son comunes, ya las he reseñado: jornadas complicadas por lo que s entiende hoy por la comodidad y conciliación de la vida personal; sueldos bajos, con poco o escaso reconocimiento de derechos laborales, ¡Ni a mileuristas llegan!; precariedad y acelerada rotación; y consiguientemente baja formación y nulas perspectivas para desarrollar el trabajo.
Bien, todo esto es conocido y denunciado. Pero, ¿Qué pasaría si se dignificáramos las condiciones laborales de los trabajadores de estos sectores? Seguramente se pondrían en cuestión los fundamentos del funcionamiento de los mismos, en muchos de sus aspectos: calidad (mala) y cantidad (seguramente excesiva) de la oferta existente.
Cojamos por ejemplo el tema de los sueldos. Un aumento de los mismos se podría hacer a expensas de los beneficios empresariales, hecho que no es demasiado probable que se produzca (aunque las ganancias de determinadas empresas lo permitiría), pese a que para otras quizás no es posible (puesto que la existencia de minifundismo empresarial en muchos sectores no lo permite).
Entonces sólo quedaría su traslación a los precios, a su aumento claro está. Y entonces, ¿se podrían mantener los servicios que actualmente se dan? O mejor dicho, ¿se podría mantener la demanda existente de estos servicios hoy? ¿Qué elasticidad, que decimos los economistas, tiene la curva de demanda de los mismos? ¿A qué precio están (estamos) dispuestos a adquirir estos servicios las amplias capas de población que hoy los usan? ¿No estaremos comprando los unos bienestar para nuestras vidas a cambio del malestar de los otros?
Hay que mirar cara a cara a las personas que trabajan en estos sectores y pensar algo. Ya llega la Navidad.
Madrid, 14 de diciembre.
Ahora que se acercan las fiestas del consumo el sector del comercio avisa que faltan dependientes/as para sus establecimientos. Poca gente quiere ir trabajar en un sector que tiene unos horarios difíciles y unos sueldos bajos, además de un elevado nivel de contratación temporal. De la situación del sector de la restauración no hace falta demasiadas explicaciones puesto que bien a la vista está una parte de sus componentes (la otra parte, la que está a los fogones, es más negra. En todos los aspectos). En los servicios socio-sanitarios es conocida también la dificultades de encontrar personal. En este sector, también con horarios complicados y sueldos bajos, sólo la venida de trabajadores (o, mejor dicho trabajadoras) inmigrantes consigue con dificultad cubrir la demanda.
Podríamos seguir con otros sectores. La agricultura, la construcción, la minería, la comunicación,...
En todos ellos las características son comunes, ya las he reseñado: jornadas complicadas por lo que s entiende hoy por la comodidad y conciliación de la vida personal; sueldos bajos, con poco o escaso reconocimiento de derechos laborales, ¡Ni a mileuristas llegan!; precariedad y acelerada rotación; y consiguientemente baja formación y nulas perspectivas para desarrollar el trabajo.
Bien, todo esto es conocido y denunciado. Pero, ¿Qué pasaría si se dignificáramos las condiciones laborales de los trabajadores de estos sectores? Seguramente se pondrían en cuestión los fundamentos del funcionamiento de los mismos, en muchos de sus aspectos: calidad (mala) y cantidad (seguramente excesiva) de la oferta existente.
Cojamos por ejemplo el tema de los sueldos. Un aumento de los mismos se podría hacer a expensas de los beneficios empresariales, hecho que no es demasiado probable que se produzca (aunque las ganancias de determinadas empresas lo permitiría), pese a que para otras quizás no es posible (puesto que la existencia de minifundismo empresarial en muchos sectores no lo permite).
Entonces sólo quedaría su traslación a los precios, a su aumento claro está. Y entonces, ¿se podrían mantener los servicios que actualmente se dan? O mejor dicho, ¿se podría mantener la demanda existente de estos servicios hoy? ¿Qué elasticidad, que decimos los economistas, tiene la curva de demanda de los mismos? ¿A qué precio están (estamos) dispuestos a adquirir estos servicios las amplias capas de población que hoy los usan? ¿No estaremos comprando los unos bienestar para nuestras vidas a cambio del malestar de los otros?
Hay que mirar cara a cara a las personas que trabajan en estos sectores y pensar algo. Ya llega la Navidad.
Madrid, 14 de diciembre.
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