*(artículo para Capgros.com)
El Gobierno de la autonomía catalana siempre ha sido de coalición. Primero, y durante 23 años, la formada por dos partidos: CDC y UDC. Después, en los tres últimos años, por el denominado tripartito, entre PSC, ERC y ICV (que a su vez también es una coalición). Hay, pero, diferencias importantes entre las dos coaliciones. Una, ir a las elecciones con la coalición formada previamente (CiU es ya una marca que poca gente identifica con una coalición), frente a la formalización de la coalición con posterioridad a los resultados electorales. Dos, la existencia de un liderazgo fuerte y indiscutido en el caso de Jordi Pujol, frente a la aceptación, que no reconocimiento, del liderazgo de Pasqual Maragall en el caso más reciente. Hay que remarcar que ninguno de los dos líderes estará presente (directamente) en la próxima contienda electoral.
Los gobiernos de coalición siempre traen tensiones, aquí y en todas partes. En nuestro caso sólo hace falta tirar de hemeroteca por constatarlo. No sólo el reparto de las cuotas de gobierno entre los socios, sino también las percepciones diferentes en más o menos puntos concretos de la acción de gobierno. Esto comporta mantener equilibrios entre las tensiones que es trabajo del Presidente modular. Pero al mismo tiempo, es responsabilidades de los coaligados conocer hasta dónde se puede tensar la cuerda hacia las posiciones particulares sin que se rompa. Ambas cosas, el trabajo del Presidente y el criterio de los componentes de la coalición, son a la vez necesarias y convenientes para la buena marcha el Gobierno, y configuran la “cultura” de la acción coaligada.
De la primera coalición, por su larga duración, tenemos buen conocimiento. De la segunda, por su corta duración y por su dificultosa marcha por méritos propios, se puede tener una valoración más sesgada, y creo injusta por insuficiente.
El futuro Gobierno de la Generalitat seguramente deberá ser de coalición puesto que ni la historia electoral de los últimos tiempos, ni las previsiones demoscópicas actuales, auguran gobiernos de mayoría. Puede darse la posibilidad de gobierno en minoría con respaldo parlamentario externo, pero creo que es una opción que pese a no ser descartable puede devenir complicada para la gobernabilidad de la comunidad autónoma.
El arco político está bien asentado, y no es previsible a corto plazo su cambio. Las cinco opciones políticas están bien definidas, tanto en el eje identitario como en el eje del modelo de sociedad, configurando una nebulosa amplia. Así mismo tienen unos sólidas bases electorales de un grosor considerable por poder negociar sus posiciones. Con este panorama el desarrollo de culturas de coalición es absolutamente imprescindible para tirar adelante la etapa que ahora empieza de despliegue del nuevo Estatuto. Será preciso limar las puntas programáticas respectivas en busca de los amplios espacios de consenso para construir una gestión de gobierno conjunta, y más allá del Gobierno, para obtener un amplio respaldo parlamentario.
Esto no quiere decir que ahora, en periodo de campaña electoral, a la demanda del voto de los ciudadanos/as para las respectivas opciones, se hayan de rebajar las propias pretensiones, pero hay que explicar también que el día siguiente del 1 de noviembre se abrirá un nuevo periodo en que la gobernabilidad para aprovechar el desarrollo posible del nuevo Estatuto será primordial. Ahora no se debe hablar de como se gobernará, sino de qué propuestas se hacen para conseguirlo.
Ahora cada cual debe defender sus posiciones que es lo que personalmente haré en la próxima campaña. Por cierto, mi último artículo suscitó un debate sobre el tema de la escuela. Mi apuesta para reforzar la escuela pública no cuestiona la existencia de la privada, concertada o no, sino los peligros que para la convivencia puede provocar el establecimiento de hecho de dos redes educativas de diferente calidad y la firme voluntad política de que esto no se produzca, y de aquí la necesidad de anteponer el derecho a la libertad de escoger, para los que pueden hacerlo, el derecho a la misma calidad entre los componentes del sistema educativo para dar las mismas oportunidades a las que todos nuestros niños y jóvenes, hayan nacido dónde hayan nacido, tienen derecho para tener un lugar y un futuro a nuestra colectividad.
Madrid, 3 d’octubre.
El Gobierno de la autonomía catalana siempre ha sido de coalición. Primero, y durante 23 años, la formada por dos partidos: CDC y UDC. Después, en los tres últimos años, por el denominado tripartito, entre PSC, ERC y ICV (que a su vez también es una coalición). Hay, pero, diferencias importantes entre las dos coaliciones. Una, ir a las elecciones con la coalición formada previamente (CiU es ya una marca que poca gente identifica con una coalición), frente a la formalización de la coalición con posterioridad a los resultados electorales. Dos, la existencia de un liderazgo fuerte y indiscutido en el caso de Jordi Pujol, frente a la aceptación, que no reconocimiento, del liderazgo de Pasqual Maragall en el caso más reciente. Hay que remarcar que ninguno de los dos líderes estará presente (directamente) en la próxima contienda electoral.
Los gobiernos de coalición siempre traen tensiones, aquí y en todas partes. En nuestro caso sólo hace falta tirar de hemeroteca por constatarlo. No sólo el reparto de las cuotas de gobierno entre los socios, sino también las percepciones diferentes en más o menos puntos concretos de la acción de gobierno. Esto comporta mantener equilibrios entre las tensiones que es trabajo del Presidente modular. Pero al mismo tiempo, es responsabilidades de los coaligados conocer hasta dónde se puede tensar la cuerda hacia las posiciones particulares sin que se rompa. Ambas cosas, el trabajo del Presidente y el criterio de los componentes de la coalición, son a la vez necesarias y convenientes para la buena marcha el Gobierno, y configuran la “cultura” de la acción coaligada.
De la primera coalición, por su larga duración, tenemos buen conocimiento. De la segunda, por su corta duración y por su dificultosa marcha por méritos propios, se puede tener una valoración más sesgada, y creo injusta por insuficiente.
El futuro Gobierno de la Generalitat seguramente deberá ser de coalición puesto que ni la historia electoral de los últimos tiempos, ni las previsiones demoscópicas actuales, auguran gobiernos de mayoría. Puede darse la posibilidad de gobierno en minoría con respaldo parlamentario externo, pero creo que es una opción que pese a no ser descartable puede devenir complicada para la gobernabilidad de la comunidad autónoma.
El arco político está bien asentado, y no es previsible a corto plazo su cambio. Las cinco opciones políticas están bien definidas, tanto en el eje identitario como en el eje del modelo de sociedad, configurando una nebulosa amplia. Así mismo tienen unos sólidas bases electorales de un grosor considerable por poder negociar sus posiciones. Con este panorama el desarrollo de culturas de coalición es absolutamente imprescindible para tirar adelante la etapa que ahora empieza de despliegue del nuevo Estatuto. Será preciso limar las puntas programáticas respectivas en busca de los amplios espacios de consenso para construir una gestión de gobierno conjunta, y más allá del Gobierno, para obtener un amplio respaldo parlamentario.
Esto no quiere decir que ahora, en periodo de campaña electoral, a la demanda del voto de los ciudadanos/as para las respectivas opciones, se hayan de rebajar las propias pretensiones, pero hay que explicar también que el día siguiente del 1 de noviembre se abrirá un nuevo periodo en que la gobernabilidad para aprovechar el desarrollo posible del nuevo Estatuto será primordial. Ahora no se debe hablar de como se gobernará, sino de qué propuestas se hacen para conseguirlo.
Ahora cada cual debe defender sus posiciones que es lo que personalmente haré en la próxima campaña. Por cierto, mi último artículo suscitó un debate sobre el tema de la escuela. Mi apuesta para reforzar la escuela pública no cuestiona la existencia de la privada, concertada o no, sino los peligros que para la convivencia puede provocar el establecimiento de hecho de dos redes educativas de diferente calidad y la firme voluntad política de que esto no se produzca, y de aquí la necesidad de anteponer el derecho a la libertad de escoger, para los que pueden hacerlo, el derecho a la misma calidad entre los componentes del sistema educativo para dar las mismas oportunidades a las que todos nuestros niños y jóvenes, hayan nacido dónde hayan nacido, tienen derecho para tener un lugar y un futuro a nuestra colectividad.
Madrid, 3 d’octubre.
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