19 junio, 2010

El fin de la Caja de Mataró*.

*Como el tema de la reforma del sistema financiero está de actualidad, en lo que atañe a las Cajas de Ahorros, he decidido traducir las cuatro entradas que sobre este tema he ido colgando en mi blog habitual (en catalán) en los últimos tiempos, y publicarlas aquí correlativamente.

La idea de Josep García Oliver se ha prolongado durante 146 años. Ahora, se acaba. Los tiempos. De la Caja de ahorros de Mataró, a la Caja Layetana, a la Cajavaya usted a saber.

Sí, ya no estamos en la época de la industrialización y la necesidad de protección social de la nueva clase proletaria. La reforma Fuentes Quintana, en los comienzos de la transición democrática, abrió nuevos espacios económicos a las cajas de ahorros. Nuevas perspectivas con el reto de intentar mantener la idea originaria a los nuevos tiempos.

Las cajas de ahorro no son, no deberían ser, bancos y creo que no han sabido, o podido, encontrar su papel en un sistema financiero cada vez más complejo y sofisticado. Al menos, el papel de acuerdo con sus orígenes, aunque no sé si ello era posible.

Poco debate público ha habido sobre esto, pese a parezca lo contrario. Ni político ni social. ¿Qué se debería haber hecho? Adentrados en la jungla financiera, como se ha demostrado que ha hecho este sector, no habido más remedio que sufrir las consecuencias.

La situación actual del mundo financiero parece que lleva al final del recorrido para muchas cajas de ahorros, entre ellas la nuestra, la Layetana de Mataró. La cuenta de resultados manda, con la reducción de los márgenes para atender las necesidades de funcionamiento y el mantenimiento de la obra social. La capitalización solo con recursos propios da para lo que da en este tipo de entidades. La caída del hinchado mercado inmobiliario debilita mucho esta apuesta de riesgo en la que se adentró mucha gente, no solo las Cajas. Y el regulador, el Banco de España, se impone.

Se ha discutido, o hablado, mucho de la politización de las Cajas con el desarrollo del Estado de las autonomías (antes, en la dictadura, ¡no había política!). También se ha explicado mucho la diferencia catalana en esta crítica. No se ha dicho casi nada de la escasa ligazón que han acabado teniendo nuestras cajas con el esmirriado tejido social de nuestras colectividades. Sí, no estaban controladas políticamente, creo que esto ha sido evidente. No estaban controladas. No estaban controladas socialmente por nadie, aunque formalmente lo eran por entelequias. Sólo estaban controladas por sus directivos. La tecnocracia pura, con sus propios intereses. Ahora se ha visto que el rey estaba desnudo. No nos habíamos atrevido a decirlo.

En medio del terremoto financiero de alcance mundial, que no deja a ninguno de sus agentes fuera, no hay asidero social. Las Cajas no tienen asidero social para, como mínimo, discutir qué pasa y qué salidas son o no posibles.

¿Cual ha sido la reacción del cuerpo social, de la famosa sociedad civil, en lo que pasa a las Cajas de Ahorro? Quitado algunas tímidas voces que en determinados lugares, no aquí en casa, sólo han podido expresar su impotencia, nada de nada. Triste constatación de lo que realmente somos.
Pude estudiar, tener “carrera”, gracias a ser becado por la Caja de Ahorros de Mataró. En mi casa eran trabajadores. De segundo de bachillerato a segundo de carrera, cuando renuncié a continuar siendo becario para empezar a trabajar de la mano de Ernest Lluch. Soy, en parte, fruto de los objetivos sociales que se propusieron los fundadores y mantenedores de la Caja de Mataró, la caja de mi ciudad. Muchas gracias.


Como anécdota. Algún día habrá que explicar el conflicto entre los logos de la Caja Layetana y del P.S.O.E. en la reanudación de la democracia, ya hace más de 30 años.

Madrid, 2 de diciembre.

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