Te veo todavía en el candelero.
Hace mucho que estás en él y parece que no tienes ganas de bajarte. Ahora, que después de muchos años –más de
media vida- no tienes cargo público, leo que te has apuntado a presidir una
mesa para el derecho a decidir en tu ciudad.
Ya debes intuir, yo nunca he sido
nacionalista, lo sabes, mi incomodidad
con las perspectivas políticas que tenemos aquí y mi perplejidad ante actitudes sobre este tema
de gente como tú. Supongo que tú debes pensar: “... y viceversa”. Pero, déjame decirte en
confianza:
¿Qué es este “derecho a decidir”? ¿No estamos en una sociedad democrática en que
hay libertad? ¿No es posible, hoy en día, manifestarse abiertamente a favor de
cualquier “ismo” por extravagante que
sea? Por lo tanto, si hay gente que libremente quieren manifestarse por la
separación del pedazo nordeste de la
Piel de toro para hacerse una bolsa propia, ¿qué impedimento hay?
-“Mira, Manel, el
problema es saber cuántos son los que piensan así, dándoles la palabra”
-“Pero, Quim, esto
tiene fácil solución, sin necesidad de recurrir a procedimientos complicados.
Para eso están las opciones políticas que pueden explicitarlo en las múltiples
oportunidades que hay para hacerlo. Por cierto, bien pronto, el año que viene,
habrá una.”
-“Bien, es que se trata, además, de mostrar el grueso
incontestable de esta fuerza”
-“¿No ha sido ya bastante explicitada en el Parlamento de Cataluña?”
Mira, Quim, no nos engañemos. Los que quieren el derecho a decidir
quieren decidir separarse. Es evidente, a los otros no les hace ninguna falta.
Esta aspiración es tan legítima en una democracia como la contraria o
cualquiera. Entonces, el
problema es otro. Decididos a proponer mayoritariamente lo que quieren
(sin necesidad de ejercitar ningún “derecho”
especial, sólo los democráticos), hay que explicar qué se tiene que hacer para
conseguirlo, cómo se logra el deseo (supongo sin esconder la posibilidad –o
necesidad- de la vía insurreccional, ¿verdad? Sí, el Kalachnicov que tenemos colgado detrás la puerta de casa).
Pero, mira Quim, lo que me preocupa más no es tanto decidir qué se quiere
hacer (seguramente separarse) y cómo se puede hacer esto que se quiere hacer
(de una forma dialogada. Cuidado, pero, que para dialogar tienen que ser dos los
que lo quieran), sino qué
se pretende hacer después ya en la hipótesis de una nueva situación. Ya
sabes que no me creo aquello de que entonces se atarán los perros con
longanizas y por lo tanto se podrá hacer feliz a todo el mundo. Hará falta,
como siempre, elegir las prioridades a las que enfrentase. ¿Crees sinceramente que todo
el mundo que quiere decidir, e irse, tiene las mismas prioridades?
Escucha, con muchos de éstos yo
no iría ni a la esquina más cercana por múltiples y razonables razones (y creo
que tú tampoco). Entonces, ¿Por qué seguirles el juego? ¿Por qué no dejamos que
todo el mundo enseñe abiertamente sus cartas, todas sus cartas?
Nada, Quim, yo ya sólo soy un observador. Ya hace tiempo que no estoy en
el candelero y tampoco tengo ganas de volver a él, sólo te quiero transmitir
mis ingenuas reflexiones de antiguo colega, compañero, y quizás amigo.
Que tengas un buen verano. El
acierto y la suerte, para todos.
5 de agosto.
2 comentarios:
Hola Manel,
felicitats pel teu escrit. Els llegeixo tot sovint. T'animo a continuar escrivint amb la llibertat que et dona, la independència total de que gaudeixis. Anims, doncs, i fins ben aviat. Joan Roma
Gràcies, Joan. Salutacions cordials.
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