Los movimientos societarios que están realizando empresas energéticas en España y en otros países de Europa han puesto en el escaparate mediático el tema de la energía, y también de forma colateral han provocado debates sobre el papel de los Gobiernos en las empresas de sectores estratégicos y, de rebote, cuál es el estado real de la construcción europea.
El tema de l’energía es muy importante. Desde el descubrimiento del fuego, la energía ha sido capital para el progreso de la Humanidad. Todos los adelantos en la materia han comportado saltos cuantitativos y cualitativos en la vida de los habitantes de la Tierra. Estos adelantos en los últimos doscientos años han sido exponenciales. Más allá de la energía animal, de algunas energías extraídas de la naturaleza: la hidráulica, la eólica y la vegetal, el descubrimiento de la electricidad y de las formas de producción de la misma, del motor de explosión con el aprovechamiento de los hidrocarburos, y ya más reciente en el tiempo la energía nuclear, ha comportado disponer de la energía necesaria para el crecimiento acelerado de la producción de bienes y servicios, y de la mejora de las condiciones de vida de la gente.
No hace demasiado se daba por superada esta fase de la Historia basada en la energía para dar paso a otra basada en la información y las comunicaciones. Sin descartar este planteamiento, es evidente que siempre se han producido acumulaciones de conocimientos. La agricultura continúa siendo la base de la alimentación, la industria nos proporciona los bienes necesarios, la energía nos procura la eficacia y la eficiencia de la primera y de la segunda y posibilita el desarrollo de los servicios que precisa el mundo de hoy.
Y la evolución de este mundo nuestro pone sobre la mesa – a veces con violencia – la energía. La demanda creciente de los antiguos grandes consumidores (los ricos) y la entrada de nuevos consumidores (los numerosos pobres) tensiona el mercado. La oferta a su vez, está sometida a numerosos condicionantes: origen de las reservas, consecuencias de su uso (especialmente los ambientales), inconvenientes en las alternativas a las mayoritariamente existentes.
Todo compone un mercado energético muy complicado que además no podemos pensar que conseguiremos dominar, y mucho menos reducir. Al contrario, si queremos una mejora de las condiciones de vida globales y particulares de los habitantes de los nuestro Planeta habremos de aceptar un incremento del uso de la energía y por lo tanto la necesidad de crecimiento de su producción. Esto comporta la evaluación esmerada de las necesidades, de las formas de producción y de sus consecuencias, de los costes y los efectos sobre los agentes que se encuentran en el mercado que ya no puede ser de otra manera que global.
Los efectos que la producción y el consumo de la energía tiene sobre el medio ambiente, aunados con las necesidades crecientes–algunas acuciantes – de su uso; la geo-política derivada del control de la producción y distribución; el papel de las estructuras políticas de otros momentos históricos frente los marcos que se están estableciendo espontáneamente, o por decisiones forzosas políticas o empresariales, por agentes tradicionales o nuevos. Todo esto y más.
Un debate, pues, el de la energía (producción, distribución, consumo, resultados, consecuencias, imágenes, miedos, investigación,...) complejo, muy importante y decisivo por el futuro de la vida colectiva del planeta Tierra. Lo hemos de intentar explicar con claridad al máximo número de ciudadanos/nas para que no sea dominado y /o controlado por oscuros y turbios intereses que sólo buscan posiciones de poder, privilegios y dominio, y que nos pueden traer por sendas peligrosas.
Madrid, 8 de marzo.
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