La guerra de Sucesión a la corona de España (1701-1713) fue una guerra entre
las monarquías europeas por la hegemonía continental. Una mayoría
de las élites catalanes de aquel momento se apuntaron al bando que al final resultó perdedor y resistieron hasta más allá de sus posibilidades (1714).
El resultado de la victoria de unos y
la derrota de los otros configuró en los territorios peninsulares un nuevo
orden político. Cataluña por el
Decreto de Nueva Planta (1716) perdió las constituciones políticas que tenía
hasta entonces dentro de la monarquía española.
El Duque
de Berwick se lo explicó a los valencianos tras la batalla de Almansa (1707):
Este Reyno [sic] ha sido
rebelde a Su Magestad [Felipe V] y ha sido conquistado, haviendo [sic] cometido
contra Su Magestad una grande alevosía, y assí [sic] no tiene más privilegios
ni fueros que aquellos que su Magestad quisiere conceder en adelante.
Es la historia, bien conocida. ¿Alguien piensa, en serio, 300 años después,
que existe fuerza para revertirla y que esto puede tener especial interés, y
que vale la pena, en el mundo de hoy? Parece ser que sí y son unos cuantos.
Tenemos que desilusionarles antes de que se estrellen y nos estrellen a todos.
Hablar claro (como aquí).
Decirles la verdad.
Hace
tiempo, un día de Santa Lucía, hice de “palmero”
de Manolo Escobar sobre los restos
de los huesos de los últimos defensores del estandarte de Santa Eulalia.
10 de septiembre.
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