29 septiembre, 2018

¡Reconocerlo! ¡Dejadlo!


Manuel Cuyàs, tan distante ideológicamente y tan cercano cívicamente (y físicamente, ya que vive a dos manzanas de mi casa), publica un artículo diario en El Punt-Avui. El de hace pocos días, 27/9: “Estremiment a Estremera”. También acaba de conceder una larga entrevista a Catalunya Plural, a mi viejo conocido Siscu Baiges, con una foto desde el balcón de su casa en la Rambla de Mataró, de la casa del “nét del pirata” (el nieto del pirata). Dice cosas para comentar. Algunas ya me las ha contado y hemos debatido de ellas tomando un café en la terraza del Iluro. ¡Ah!, aquellos tiempos, Manuel, en que quedábamos para tomar un gin-tónic. Nos hacemos mayores.

Ha leído el libro que acaba de sacar Joaquim Forn (que era el Consejero de Interior en el gobierno Puigdemón), preso ahora en la cárcel de Lledoners, en el que el autor empieza diciendo que nunca había pensado que acabaría en la cárcel. ¡¡Sensacional!! ¿Qué se pensaba que le pasaría si no triunfaba la revuelta que impulsaba el Gobierno del que formaba parte como responsable de las fuerzas de orden público? ¡Por favor! O entonces era un iluso o un ignorante, o ahora nos engaña y echa la lagrimita. Pero, ¿de verdad no había pensado nunca que esto podía acabar así? ¿No era consciente que estaba en el equipo dirigente de una revuelta? ¿Qué se pensaba que estaban haciendo? ¿Jugando al parchís? No nos merecemos gente así.

En la entrevista a Catalunya Plural explica cómo vivió en su casa una cena, supongo que bajo la mirada del retrato del corsario Cuyàs i Sempere, con unos amigos “indepes” la noche de la proclamación de la podríamos decir non nata República Catalana, el 28 de octubre del año pasado. (Leo en la Wikipedia que así también se denomina la Constitución española de 1856). Excitación, abrazos,… va, ¡poned la tele que veremos cómo nos van reconociendo los Estados del mundo mundial! Después, la decepción. La rechazada bandera del estado opresor todavía hoy luce a las puertas de todas las comisarías de los Mossos d’Esquadra del país. Unos, pies para que os quiero, al exilio. Otros, mansos como corderitos, derechos a la cárcel y, fuera y dentro, todavía están allá y parece que por mucho tiempo.

No, no hace falta que ahora deis la razón a los que hace tiempo os decíamos que esto no podía ser, que no se daban las condiciones para ello, que no tenías fuerza, que todo eran palabras vacías. No hace falta que nos pidáis perdón por todo lo que nos habéis dicho, y que todavía nos continuáis diciendo, de traidores y “butiflers” para arriba. No hace falta, miraremos hacia otro lado, “pelillos a la mar”, todo sea por el apaciguamiento del país. No es la hora de los reproches si queremos seguir adelante.

No, no hace falta que reconozcáis que no había nada preparado, que habéis engañado a medio país y especialmente a la buena gente, a la gente sencilla, que ha confiado ciegamente en vosotros, os ha creído y ha salido a la calle en disciplinados rebaños que habéis conducido al matadero.  No, no hace falta ir por la calle cabizbajos y golpeándoos el pecho arrepentidos de la engañifa que habéis construido. No lo tendremos en cuenta, convendremos en que sois gente normal, de casa.

Si al menos, podríais decir que os habéis equivocado. Que pensabais que las cosas irían de otra forma, que creíais que España, el Estado español que llamáis vosotros, era un churro, un espantapájaros y que a la hora de la verdad es un Estado más firme de lo que decíais y con una mala salud de hierro; que estabais convencidos que tendríais Europa a vuestro lado y ha resultado que, mira por dónde, Europa nos ha fallado” como me dijo una vieja amiga; que la gente, un montón de gente como la que estáis acostumbrados a movilizar, ocuparía las plazas y las calles y no se movería de ellas desafiando a qué y a quien fuera, el tiempo que hiciera falta, y… solo unos cuántos se han puesto un lazo amarillo en la solapa i se ha arrejuntado para los mayores hacer encuentros “chiruqueros” y performances teatrales los más atrevidos.

¡Reconocedlo! ¡Dejadlo! No, no hace falta que hagáis una ida a Canossa, no son tiempos para estas cosas. Pero sí que lo más sensato es bajar la bandera (estelada) e ir a pedir un armisticio a Madrid (¡Ufff!, que fuerte, ¿no?, pero los Estados Mayores han de reconocer el estado de las fuerzas, de las propias y del enemigo. Recordad el triste final de la consigna “Resistir es vencer”). Sí, y empezar una gradual retirada, acabando con el parloteo incontrolado de cada día sobre el tema; retirando las banderas independentistas y los llamamientos institucionales de los espacios públicos; normalizando la decoración de los despachos de las administraciones públicas; descolgando las pancartas de los estudios centrales de TV3 i desmontando la “Tele-procés”; retornando la neutralidad de los funcionarios públicos; no engordando más, con el dinero de las donaciones monjiles, a los picapleitos que os llevarán hasta el fin del mundo con las argucias de su trabajo; dejando de engrasar la variada sociedad civil y sus manifestaciones de una forma sesgada; no aventando más las brasas para mantener los rescoldos encendidos de la fiesta…, y sobre todo volviendo a las tareas que tenemos encomendadas que son muchas, que llevan tiempo desatendidas y que reclaman soluciones, algunas urgentes. Buscad, además, la forma de acercaros a otra gente sensata, todavía quedan algunos, para volver a coser el cuerpo social hoy escindido. No podemos permitirnos una sociedad partida en la que el odio predomine sobre nuestras relaciones. Haced el favor, levantad el pie del acelerador del artefacto que conducís que no os está llevando a ninguna parte.

Y en el armisticio se puede hablar de todo –que no quiere decir que se llegue a acuerdos en todo- especialmente si se mantiene en la otra parte un Gobierno que no quiere la guerra, que quiere el entendimiento, que comprende que hay cosas que negociar. Si en el otro bando vuelven hacia atrás, a unos meses atrás, lo tendremos jodido. Los de antes sólo creen en el garrote y ellos lo tienen mayor, más grande. Perderéis de todas todas.

¿Un referéndum, Manuel? Tal como están las cosas, ni de aquí a cuatro años como suspiras tú. Cuatro años como mínimo para normalizar la situación, para volver a hablar tranquilamente, poco a poco, de forma distendida. Cuando todo esté más sosegado, los diplomáticos harán, o habrán hecho bajo la mesa, su trabajo y podrán ofrecer al país, a las generaciones futuras del país, a los de uno y otro bando, una solución factible para todos. Así lo espero, y deseo, no sin la duda de su dificultad, empezando por el armisticio.


29 de septiembre, en recuerdo del 1 de octubre del año pasado.

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