Lo acabé. Me
costó bastante acabar la recopilación del viaje que hicimos a primeros del
verano pasado. Más de lo que preveía. Al comenzarla pensaba que podría dar para
más de un álbum. Al final fueron tres (en total 254 páginas de imágenes y
texto). Abrí el programa para hacer el primero a principios de agosto.
Previamente ya había recopilado y ordenado las fotografías y los materiales que
podía añadir, sin hacer ninguna selección. El programa del segundo álbum lo
abrí un mes después, el 4 de septiembre. Para el tercero ya habíamos entrado en
el otoño y fue a finales de octubre que puede dar por terminado el trabajo y
enviarlo a impresión. Todo este trabajo
lo fui repasando a medida que iba avanzando, corrigiendo errores que encontraba,
modificando imágenes, textos y composiciones. Hasta el último momento me di
cuenta que había olvidado algún elemento imprescindible y lo incorporé, así
como abandoné la búsqueda de algún pie de foto que me hubiera gustado también
incorporar.
Hice el punto de
partida del tercer viaje del que hablaba Kapuscinski.
La memoria continuará girando con la ayuda de este trabajo sobre el viaje que
hicimos hasta arriba del todo de Europa. No sé si volveremos a hacer otro viaje
como éste, no tanto por su envergadura como por la ilusión que desde hacía
tiempo había puesto en él. Ciertamente, no me decepcionó. Sí, no conseguimos
ver ningún día el sol poniéndose en el horizonte; tampoco nos acercamos a
ninguna colonia de “frailecitos”;
resultó de un coste quizás excesivo para lo que estamos acostumbrados en este
tipo de gastos; pero todo ello valió la pena y regresamos con ganas de volver a
hacer alguna que otra etapa de este viaje (que no sé si será posible a pesar de la
intención).
Conocimos otro
país, de la forma –posiblemente sesgada- que como turista se puede llegar a
conocer. A través de lo que visitamos, de lo que vimos, de lo que intuimos, de
lo que leímos y nos contaron, nos hicimos una idea de Noruega, de su historia,
de su gente, de su economía, del lugar que ocupan –antes y ahora, en el futuro
nunca se sabe- en el mundo.
En la actualidad están
protegidos por los beneficios que les da el petróleo, pero entendí que los
saben administrar y que eso les viene de cómo administraron su colectividad cuando
eran pobres. Eran (son todavía) pocos; en unas condiciones climatológicas y
geográficas difíciles; sin grandes recursos naturales (agua, madera, pescado);
fueron durante muchos años condenados a la emigración; me pareció –impresiones-
que tenían una potente vida comunitaria que les permitió hacer bastantes cosas
antes del petróleo y que no se les han subido los humos después. El puente y la
famosa catedral del
Ártico de Tromsö, por
ejemplo, son anteriores a 1970, como el edificio del Ayuntamiento de Oslo
o la via del ferrocarril
de Flam.
El mismo Hurtigruten, ahora más herramienta
turística que correo postal, es centenario.
Tendremos un buen recuerdo de este viaje. Estos álbumes
ayudarán a ello. ¡Qué, señora! ¿hacemos otro?

11 de diciembre.
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