11 diciembre, 2018

Viaje al Cabo Norte. Epílogo.


Lo acabé. Me costó bastante acabar la recopilación del viaje que hicimos a primeros del verano pasado. Más de lo que preveía. Al comenzarla pensaba que podría dar para más de un álbum. Al final fueron tres (en total 254 páginas de imágenes y texto). Abrí el programa para hacer el primero a principios de agosto. Previamente ya había recopilado y ordenado las fotografías y los materiales que podía añadir, sin hacer ninguna selección. El programa del segundo álbum lo abrí un mes después, el 4 de septiembre. Para el tercero ya habíamos entrado en el otoño y fue a finales de octubre que puede dar por terminado el trabajo y enviarlo a impresión.  Todo este trabajo lo fui repasando a medida que iba avanzando, corrigiendo errores que encontraba, modificando imágenes, textos y composiciones. Hasta el último momento me di cuenta que había olvidado algún elemento imprescindible y lo incorporé, así como abandoné la búsqueda de algún pie de foto que me hubiera gustado también incorporar.

Hice el punto de partida del tercer viaje del que hablaba Kapuscinski. La memoria continuará girando con la ayuda de este trabajo sobre el viaje que hicimos hasta arriba del todo de Europa. No sé si volveremos a hacer otro viaje como éste, no tanto por su envergadura como por la ilusión que desde hacía tiempo había puesto en él. Ciertamente, no me decepcionó. Sí, no conseguimos ver ningún día el sol poniéndose en el horizonte; tampoco nos acercamos a ninguna colonia de “frailecitos”; resultó de un coste quizás excesivo para lo que estamos acostumbrados en este tipo de gastos; pero todo ello valió la pena y regresamos con ganas de volver a hacer alguna que otra etapa de este viaje (que no sé si será posible a pesar de la intención).

Conocimos otro país, de la forma –posiblemente sesgada- que como turista se puede llegar a conocer. A través de lo que visitamos, de lo que vimos, de lo que intuimos, de lo que leímos y nos contaron, nos hicimos una idea de Noruega, de su historia, de su gente, de su economía, del lugar que ocupan –antes y ahora, en el futuro nunca se sabe- en el mundo.

En la actualidad están protegidos por los beneficios que les da el petróleo, pero entendí que los saben administrar y que eso les viene de cómo administraron su colectividad cuando eran pobres. Eran (son todavía) pocos; en unas condiciones climatológicas y geográficas difíciles; sin grandes recursos naturales (agua, madera, pescado); fueron durante muchos años condenados a la emigración; me pareció –impresiones- que tenían una potente vida comunitaria que les permitió hacer bastantes cosas antes del petróleo y que no se les han subido los humos después. El puente y la famosa catedral  del  Ártico de Tromsö, por ejemplo, son anteriores a 1970, como el edificio del Ayuntamiento de Oslo o la via del ferrocarril de Flam. El mismo Hurtigruten, ahora más herramienta turística que correo postal, es centenario.

Tendremos  un buen recuerdo de este viaje. Estos álbumes ayudarán a ello. ¡Qué, señora! ¿hacemos otro?


Adolph Tiderman. Old age solitude. (1849)
Nasjonalgalleriet. Oslo.


11 de diciembre.

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