Permitidme que encabece esta nota con el título de una de las mejores canciones, a mi parecer, de Serrat.
Ahora ya sólo queda la última etapa de esta larga carrera para conseguir un nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña. Es la etapa definitiva en la que se convoca a los ciudadanos/nas a que, en virtud de su soberanía, ratifiquen o rechacen la propuesta que han elaborado sus representantes.
Se ha acabado el tiempo de la ambigüedad. De decir una cosa y hacer otra. O de hacer una cosa y decir otra. La ciudadanía tiene frente a ella un texto concreto fruto de un proceso que se ha seguido escrupulosamente según lo que está establecido por la Constitución española.
Aquí nos encontramos con la primera definición que deberá hacer la soberanía popular. ¿Se acepta un Estatuto derivado de este marco, o no? Porque hay muchos que piensan, legítimamente, que no. Ha habido la afirmación confusa, voluntaria o involuntaria, de decir que el Parlamento de Cataluña es la expresión de la soberanía del pueblo catalán, con independencia de la fuente de su legitimidad real que es la Constitución española. Porque, ciertamente, el Parlamento de la Ciudadela, legal y legítimamente, no es nada más que una emanación del Estatuto que deriva de la Constitución española del 78.
Ahora ya sólo queda la última etapa de esta larga carrera para conseguir un nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña. Es la etapa definitiva en la que se convoca a los ciudadanos/nas a que, en virtud de su soberanía, ratifiquen o rechacen la propuesta que han elaborado sus representantes.
Se ha acabado el tiempo de la ambigüedad. De decir una cosa y hacer otra. O de hacer una cosa y decir otra. La ciudadanía tiene frente a ella un texto concreto fruto de un proceso que se ha seguido escrupulosamente según lo que está establecido por la Constitución española.
Aquí nos encontramos con la primera definición que deberá hacer la soberanía popular. ¿Se acepta un Estatuto derivado de este marco, o no? Porque hay muchos que piensan, legítimamente, que no. Ha habido la afirmación confusa, voluntaria o involuntaria, de decir que el Parlamento de Cataluña es la expresión de la soberanía del pueblo catalán, con independencia de la fuente de su legitimidad real que es la Constitución española. Porque, ciertamente, el Parlamento de la Ciudadela, legal y legítimamente, no es nada más que una emanación del Estatuto que deriva de la Constitución española del 78.
El voto lógico de los que piensan así debería ser el no-voto. No ir a votar, puesto que el origen de lo que se les pregunta no es el que debería de ser. Pero, seguramente, muchos de los que piensan así irán a votar, y votarán No, con lo que mezclarán la expresión de su soberanía con otros No de significado diferente.
Aceptado el marco constitucional, habrá que decidir entre las cuatro opciones que hay: Votar que Sí, que No, en blanco, o no votar. Sólo los votos afirmativos tendrán una lectura unívoca de aceptación del texto que se les somete a consideración. Las otras tres opciones, juntas o separadas, pueden tener lecturas variadas y divergentes, que si las sumamos a los votos negativos que deberán ser no-votos, complicarán más el ulterior análisis del resultado.
El espectáculo que han (hemos) dado las fuerzas políticas para llegar hasta aquí no ayuda nada a la decisión que habrá de expresar la soberanía popular. Se llega al momento crucial con el cuerpo electoral agotado por el largo proceso, y con la impresión de confusión entre los hechos y las palabras, entre lo que se dice y lo que se quiere. Veremos cuál es su veredicto, no sólo de lo que se les consulta, sino sobre los que han protagonizado la propuesta hasta ahora. Es el Estatuto, el nuevo Estatuto, pero es también la clase política catalana del nuevo Estatuto la que se someterá a evaluación.
Aceptado el marco constitucional, habrá que decidir entre las cuatro opciones que hay: Votar que Sí, que No, en blanco, o no votar. Sólo los votos afirmativos tendrán una lectura unívoca de aceptación del texto que se les somete a consideración. Las otras tres opciones, juntas o separadas, pueden tener lecturas variadas y divergentes, que si las sumamos a los votos negativos que deberán ser no-votos, complicarán más el ulterior análisis del resultado.
El espectáculo que han (hemos) dado las fuerzas políticas para llegar hasta aquí no ayuda nada a la decisión que habrá de expresar la soberanía popular. Se llega al momento crucial con el cuerpo electoral agotado por el largo proceso, y con la impresión de confusión entre los hechos y las palabras, entre lo que se dice y lo que se quiere. Veremos cuál es su veredicto, no sólo de lo que se les consulta, sino sobre los que han protagonizado la propuesta hasta ahora. Es el Estatuto, el nuevo Estatuto, pero es también la clase política catalana del nuevo Estatuto la que se someterá a evaluación.
Algunos de los que somos partidarios del Sí iremos a por todas para explicar principalmente dos cosas: La primera, que difícilmente volveremos a tener, al menos no se divisa por ahora, una situación tan favorable en España por mejorar nuestro auto gobierno. Las alternativas previsibles, tanto a derecha como a izquierda, no van en la línea de superar la España plural de Rodríguez Zapatero, sino precisamente van en sentido contrario. Por lo tanto, es preciso aprovechar el momento, y a la vez reforzar esta posición, puesto que el rechazo a la propuesta comportaría un rechazo complementario al que la ha hecho posible y que sería aprovechado por sus adversarios (de fuera y... de dentro).
La segunda, que la propuesta que se presenta mejora, en mucho, tanto en competencias como en financiación lo que está vigente hoy, adecuándola más a las necesidades actuales. Su rechazo, por los motivos diversos que se quieran expresar, no traería la reconsideración de la propuesta. Más bien, el desastre que representaría, alejaría por muchos años esta posibilidad y nos dejaría allí dónde estamos ahora, en el Estatuto que se aprobó hace 27 años, a comienzos del Estado de las Autonomías. Esto si que seria un serio retroceso en la voluntad de mejorar nuestro autogobierno. Además quedaríamos enfangados en un previsible nuevo espectáculo de reproches entre unos políticos desprestigiados. Quizás esto es el que algunos quieren, especialmente los componentes de los extremos del arco político que piensan que en esta situación tienen opciones. Opciones, que como reiteradamente demuestra la historia, siempre que se han materializado, más allá del fogonazo inicial, no han dado buenos resultados
Con las cosas de comer no se juega, dice el dicho popular. Expliquemos muy bien qué nos jugamos con el referéndum del Estatuto, además de explicarlo concretamente. Tenemos un mes por delante, poco tiempo pero es el que hay, para convertir una pesadilla en un mejor y realista futuro.
"C'est joli la liberté
N'est-ce pas monsieur?
C'est joli la liberté."
Madrid, 11 de mayo.
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