Es noticia estos días un manifiesto
que han lanzado un conjunto de reconocidos economistas de varios países de
Europa (de la UE + Suiza) pidiendo la reestructuración de
la deuda púbica de los Estados europeos en manos del B.C.E.
Reestructuración, eufemismo que quiere decir
condonación (ellos hablan de anulación) o quita en el lenguaje normal o
anticuado entre deudores y acreedores.
La nómina de los firmantes, encabezada por Thomas Piketty, impresiona, la
progresía académica e institucional en marcha. De aquí hay nombres ilustres
empezando por el de la Presidenta del PSOE
(ella aclara que es a título personal), mi opción política, el Presidente i
un Vicepresidente de Economistas frentea la crisis, asociación de la que soy miembro cotizante, altos cargos del
actual Gobierno como el responsable de economía de U.P., ex ministros, conocidos míos, catedráticos de Universidad,
expertos y expertas (o así se hacen llamar)
¿Qué proponen?: que la deuda pública de los
Estados en manos del B.C.E. sea condonada (dicen que es el 25% del total de la
deuda de los Estados) y poder destinar los recursos así liberados (o sea, su
amortización gratis) a inversiones productivas para relanzar la economía. Suena
bien, ¿verdad? No es la primera vez ni las primeras personas que lo proponen,
es una idea que está rondando por la cabeza de algunos, políticos y economistas,
hace ya algún tiempo.
La realidad es que este tema hace tiempo que ya funciona de
facto, es la deuda perpetua que están practicando todos los Estados al
refinanciar continuamente la deuda que ya tienen. No sólo la refinancian, sino
que la acrecientan. Lo conté hace diez meses (aquí y aquí), publicando los
datos. Todos los países habían incrementado su deuda desde el 2000 hasta hoy,
¡veinte años! Los más calvinistas (¿frugales?) consiguieron estos años sólo
contener su crecimiento (de hecho sólo Holanda tenía algun punto menos de deuda
/PIB en 2019 sobre el 2000. ¡Ni Alemania!
Creo que hay algunos conceptos sobre los que
hemos de reflexionar.
1)
Relación deuda /PIB
2)
Equilibrio primari0. Déficit
público.
3)
Austeridad. El secuestro de las
administraciones.
Relación volumen del total de la deuda
pública sobre el Producto Interior Bruto. Quiere
expresar qué capacidad tiene la economía del país para hacer frente a sus
deudas. Pero esta relación
es engañosa ya que sus dos componentes tienen características distintas,
no son comparables. La deuda pública expresa lo que debe el Estado, lo que ha
tomado prestado el Estado para sus necesidades presupuestarias y la carga que
se deriva de ello, intereses y amortizaciones del principal, ha de ir a cargo
de su presupuesto. El P.I.B. es una de las mediciones de lo que produce el
conjunto del país y éste tiene los compromisos propios y particulares de cada
uno de sus componentes, no de su administración.
Si hiciéramos la relación entre la deuda
pública, ya sea el monto total, o sus amortizaciones anuales, con el
presupuesto ¿Cuál sería el resultado? A simple vista, evidentemente, que no podríamos pagarlo.
Esto ya lo conté ahora hace justo seis años (aquí) en medio de los intentos
para salirnos de la anterior crisis económica, la financiera del 2008. Si
tuviéramos de pagar cada año las amortizaciones de la deuda que tenemos, no
solamente nosotros, Alemania
también, nos habríamos de comer prácticamente el presupuesto para poder
cumplir. Entonces, ¿cómo vamos haciendo todos para poder cumplir? Refinanciando
continuamente, cogiendo nuevos créditos para pagar los antiguos. Es una noria
que si no queremos
denominarla deuda perpetua es porque no queremos decirlo exactamente así, pero
del cierto que lo es.
¿Qué nos proponen ahora los “sesudos” economistas? Que nos perdonen,
eliminen, anulen, hagan una quita, de las deudas antiguas, que nos alivien del
lastre que tenemos y… nos
permitan tomar nuevos créditos para hacer inversiones que será más
provechoso. Sí, no está mal y como el B.C.E. es nuestro, somos lo mismo, todo
es un puro asiento contable, incluso si su balance queda con un patrimonio
negativo, sólo… son apuntes contables en el viento. Los bancos destinan a
provisionar los fallidos que tienen (el Santander lo acaba de anunciar para los
resultados del ejercicio 2020 a lo grande, y los accionistas retribuyendo, o
retribuyéndose, sustanciosos emolumentos a sus excelentes gestores…). Es decir,
es el reconocimiento que
nuestras deudas son fallidos, que no se podrán pagar nunca.
Con esta propuesta no sé qué pensarán los
tenedores del 75% restante de la deuda pública de los Estados europeos. Creo que
ya lo saben: Han colocado sus ahorros en activos de escasa rentabilidad pero
seguros, seguros de que como los Estados no quiebran, hasta que quiebran, los tienen a buen
recaudo. El agua siempre corre para hacer funcionar los cangilones de la noria,
hasta que un día viene la sequía.
El tema clave es el déficit público, que todos
lo tienen. Muchas llamadas al keynesianismo cuando las cosas van mal, poca
aplicación keynesiana cuando van bien. Un año tras otro los presupuestos
públicos aumentan. ¡El griterío que se levantaría si alguna vez u gobernante
pretendiera reducirlos o destinar su crecimiento hipotético a reducir las
deudas contraídas en momentos de vacas flacas!
Haciendo índice 100 los gastos no financieros
de la AGE del año 2002, en el año
2019 el índice era 142,45. No está mal el crecimiento habido en estos 18 años
de forma continuada (aunque sea en términos nominales) con la punta el
paroxismo de 2009-2010 y la contención del segundo gobierno Rajoy 2015-2018.
De estos 18 años, solo cinco son positivos
(con superávit), cuatro de ellos coincidentes con la locura de la burbuja
inmobiliaria que hinchó desmesuradamente todas las administraciones y solo se
redujo la deuda pública en dos de ellos (de una forma casi testimonial). La
deuda alemana, nunca, sólo hasta 2019. La italiana tampoco nunca. La francesa
igual y con gran crecimiento desde 2002 (índice 100, 2020, índice 273 en 2019).
Solo los holandeses han tenido un comportamiento algo keynesiano, aunque algún día
tendremos que hablar de las ventajas fiscales que establecen, ¿o no?
Como teníamos déficits que íbamos acumulando
año tras año y como debíamos retornar lo que habíamos tomado prestado no
quedaba más remedio que refinanciar e ir haciendo mayor la
“bola”. El volumen de ingresos financieros del presupuesto, la
apelación al crédito, pasó de un índice 100 en 2020 a un índice 310 en 2019, de
39,4 miles de millones de € en el 2002 a 118,8 miles de millones de € en 2019,
con un conjunto de años –en los momentos más duros de las consecuencias de la
crisis financiera- en que
fueron
más importantes los ingresos financieros que los no financieros.
En esta tesitura la academia y los gestores de
la política económica empezaron a hablar del equilibrio primario del
presupuesto, enredándonos otra vez con un concepto engañoso. Avanzábamos si
conseguíamos equilibrar los gastos corrientes con los ingresos impositivos
corrientes sin contar la parte de carga financiera que representaban los
intereses de la deuda. Cierto, mejorábamos respecto a la situación anterior,
los pasos hacia el precipicio se atenuaban, eran más cortos, pero continuábamos
engordando la deuda, ja estábamos cerca del billón doscientos mil millones.
(1.200.000.000.000.,-€, cuántos ceros ¿verdad?
Y en esto
llegó el COVID-19 y mandó parar.
Los reprobados intentos de los gobiernos de
derechas para controlar la situación se fueron al traste, como los de todos los
gobiernos del signo político que fuera en Europa y del mundo, por las
consecuencias económicas y sanitarias de la pandemia. Ahora lo que hay que
hacer es gastar, como sea, endeudándonos como sea, para salir de ello. ¿Recuerdan el 2009?, pues peor.
Será necesario que actualice los cuadros y las gráficas que expuse antes hechas
meses atrás para incorporar las actuaciones que todo el mundo ha llevado a cabo,
todos, en el 2020, el año de la pandemia, que seguramente continuará en el 2021 y vete a saber…
Pero, si el
gasto público ha aumentado en lo que va de siglo XXI y aunque fuera con
deuda hemos podido hacerle frente, ¿a qué vienes estos desgarros y chillidos
atolondrados de falta de recursos y de austericidio?
Austericidio. Es evidente que se produjeron
recortes, es evidente que se ha retrocedido en algunos campos. Ahora nos
fijamos en el sanitario, cómo no, y echamos en falta los recursos retirados o
no aumentados que necesitamos en estos momentos. Pero, ¿dónde estamos? ¿Estamos
como el 2015, o el 2010? ¿Tan mal estábamos entonces? ¿Se pueden dimensionar de
una forma permanente los servicios públicos por las puntas de las necesidades? ¿Hasta qué punto hemos de
aceptar los deseos y no las realidades posibles?
Ya sé que vuelvo a ir contracorriente (y más
en período electoral) pero me parece que nuestras sociedades no han aceptado
que los recursos son
finitos y limitados, a pesar de que nos llenamos la boca de
sostenibilidad, y los
deseos se han de satisfacer todos al punto y sin demora sean cuales
sean, necesarios o superfluos.
¿Cómo es posible que
si hay una opinión pública y publicada de austericidio los presupuestos de las administraciones
hayan aumentado? Si algunas partidas esenciales han disminuido será porqué
algunas que no lo son tanto han aumentado o ¿se han creado necesidades nuevas?
¿Cómo es que el que quiera tocar la gaita se queje de falta de ayudas públicas
y el que se quiere columpiar en un trapecio o el que pide tener un médico o una
oficina bancaria en su pequeño pueblo llene las noticias de quejas contra las
administraciones? ¿Cómo es que hablamos de la “industria” del fútbol? ¿Cómo es que haya tantos empresarios que
han perdido aquella noción que se enseña en las primeras lecciones de derecho
mercantil del riego y ventura? ¿Cómo es que haya tantos trabajadores que no
piensan como pasaron los carreteros a ser camioneros? Todo el mundo, todos los
sectores, presiona a las administraciones públicas, solo hay que ver las
noticias para corroborarlo y no haya ningún líder que sea valiente y salga a
explicar la realidad ya que lo echarían. Las administraciones están secuestradas.
La explicación de este mar de fondo está en la
distribución de los recursos y las evidentes desigualdades que se ven y se
palpan. Los hay a quienes no les va del todo mal, los que disponen de más
recursos –del tipo que sea- se aprovechan de ello, siempre ha sido así. Es
evidente que se puede mejorar mucho todavía, pero no podemos olvidar que hay limitaciones.
Queremos no enfermar y no morir nunca, por eso
la sanidad debe ser
una prioridad. Queremos
desplazarnos rápida y cómodamente donde queramos o precisemos, por eso las comunicaciones,
carreteras, AVE’s, aeropuertos, han de ser magníficas y de última generación. Queremos estar
preparados para vivir, convivir, ser mejores, por eso la educación ha de ser óptima. Queremos
entretenernos cada cual como quiera y donde quiera y con quien quiera, por eso
la cultura es también
esencial. Queremos
vivir en un entorno
limpio, aseado, seguro, por eso el urbanismo ha de ser mejor. Queremos que no se deteriore la convivencia, por eso las
administraciones más próximas han de ser más eficientes. Queremos confort en el vestir, queremos variedad en la comida,
queremos… pasear al perro
o tener un gato en casa. ¡Queremos
ser Dioses!
Tan sólo somos unos animalitos racionales muy
imperfectos, aunque hemos conseguido muchos hitos vitales que nuestros padres
se restregarían los ojos sorprendidos al verlas y muchos coetáneos terrestres
de los cuatro puntos cardinales quisieran tener como estamos viendo a diario.
Quizás hay que empezar a pensar cómo podemos parar nuestros
delirios inconmensurables, entonces los temas del endeudamiento público
y los déficits que vamos acumulando serían más soportables y reconducibles. El
futuro de los habitantes de la Tierra nos lo agradecerá.
8 de febrero