19 abril, 2021

Desmesurado, fuera de medida.

En “Informe Semanal” de RTVE hace unos días dieron un reportaje (el vídeo aquí) sobre la posible instalación en tierras de Soria, en Noviercas, de una granja de vacas de más de 25.000 cabezas de ganado.




(fuente: El Norte de Castilla)


La solución de los problemas de la España vacía, que no vaciada como les gusta decir a políticos y periodistas indocumentados, no pasa por instalaciones como esta que en realidad solo contribuirían más aún a la desertización del territorio.

Vayamos por partes: Primero, no es vaciada sino vacía. No es que alguien la ha vaciado, es que se ha ido vaciando que no es lo mismo. No ha sido una acción consciente y predeterminada de alguien, ha sido el resultado del desarrollo económico y social de la colectividad (aquí y en muchas otras partes), una etapa del crecimiento económico tal como se estudiaba tiempo atrás, que ha reducido la ocupación del sector primario (agricultura, ganadería, pesca, minería, …) fruto de las mejoras (o sustitución) en la producción, distribución y comercialización de sus bienes y servicios que han conseguido proporcionar de alimentación y materias primeras al conjunto de la población sin necesidad de tener fijada la gente a la tierra muchas veces en la pura y dura supervivencia.

Segundo: no se trata de seguir la tendencia explicada, enseñada y fomentada por las escuelas de negocios (“negocios”) de ir a la búsqueda de la máxima eficiencia productiva para conseguir los mayores beneficios posibles con el mito y el espejismo de que en ello ganaba todo el mundo. Por este camino hacia el gigantismo, los monopolios y la falta de todo tipo de escrúpulos, solo vamos a cargarnos la Tierra (el ejemplo del buque encallado en el canal de Suez es otra muestra de ello). De lo que se trata es de producir siendo respetuosos con la Naturaleza, los trabajadores, los consumidores  y toda la sociedad con la que compartimos y construimos la Vida.

Una granja de este tipo es una bomba ecológica, es un peligro demográfico, es la aniquilación de un territorio, es la destrucción del mercado. Ciertamente, su eficiencia en términos de producción, oferta, precios, parece ser muy superior a la de las granjas tradicionales (o ya no tan tradicionales, puesto que también se han modernizado) pero esto es falso. Vuelvo a decirlo, es falso ya que no se tienen en cuenta las externalidades que comporta, visibles o escondidas. Lo que parece que nos ahorramos a la hora de pagar los productos lo pagamos de otra manera o lo pagamos luego (¿quién mantiene las camas de las UCI’s ocupadas por los efectos de la pandemia por ahora?) Sí, posiblemente podrán ofrecer mejores precios (y sobre todo, mejores beneficios empresariales) pero, ¿a qué coste? Al coste de hundir a muchos pequeños productores que entonces sí vaciarán el territorio desapareciendo mientras que ahora lo mantienen; al coste de ofrecer un producto a los consumidores prácticamente sintético (ya se hizo con las aves de corral); al coste de unas instalaciones y servicios públicos (pagados por todos) para llevarles los inputs i sacarles los outpouts (desde chupar los acuíferos, a las carreteras necesarias, a la eliminación de los residuos). Algún día tendremos que hablar de los fresones de Huelva o de los tomates de El  Egido, ¿verdad?

Todo por un plato de lentejas (el empleo de un pueblo, de una comarca, de un punto en el mapa) a cambio de menos platos en otros lugares. La miope visión de los “pobres alcaldes” que lo ven con buenos ojos, sí, pero que no ven más allá de sus narices, pone de manifiesto la obsolescencia y el peligro que representa mantener administraciones locales impotentes, estériles e inadecuadas en la vida del mundo de hoy en día. ¿Cómo una administración de un municipio de 150 habitantes (¿existe una cosa parecida?) puede controlar lo que comporta una instalación agropecuaria de este tamaño? Imposible. Los promotores harán lo que les venga en gana, el territorio se empobrecerá y en resumen será pan para hoy para algunos y hambre para mañana para muchos más. Tenemos muchos ejemplos de ello, solo hay que pasearse por el territorio.

Todo esto nos lleva a pensar cómo distribuimos nuestro gasto y cómo pretenden que la gente sobreviva (¿feliz?) con bajos sueldos y martingalas para entretenerse. Pero esta es ya otra historia.


19 de abril.

09 febrero, 2021

No es la deuda, es el déficit.

Es noticia estos días un manifiesto que han lanzado un conjunto de reconocidos economistas de varios países de Europa (de la UE + Suiza) pidiendo la reestructuración de la deuda púbica de los Estados europeos en manos del B.C.E.

Reestructuración, eufemismo que quiere decir condonación (ellos hablan de anulación) o quita en el lenguaje normal o anticuado entre deudores y acreedores.

La nómina de los firmantes, encabezada por Thomas Piketty, impresiona, la progresía académica e institucional en marcha. De aquí hay nombres ilustres empezando por el de la Presidenta del PSOE (ella aclara que es a título personal), mi opción política, el Presidente i un Vicepresidente de Economistas frentea la crisis, asociación de la que soy miembro cotizante, altos cargos del actual Gobierno como el responsable de economía de U.P., ex ministros, conocidos míos, catedráticos de Universidad, expertos y expertas (o así se hacen llamar)

¿Qué proponen?: que la deuda pública de los Estados en manos del B.C.E. sea condonada (dicen que es el 25% del total de la deuda de los Estados) y poder destinar los recursos así liberados (o sea, su amortización gratis) a inversiones productivas para relanzar la economía. Suena bien, ¿verdad? No es la primera vez ni las primeras personas que lo proponen, es una idea que está rondando por la cabeza de algunos, políticos y economistas, hace ya algún tiempo.

 La realidad es que este tema hace tiempo que ya funciona de facto, es la deuda perpetua que están practicando todos los Estados al refinanciar continuamente la deuda que ya tienen. No sólo la refinancian, sino que la acrecientan. Lo conté hace diez meses (aquí y aquí), publicando los datos. Todos los países habían incrementado su deuda desde el 2000 hasta hoy, ¡veinte años! Los más calvinistas (¿frugales?) consiguieron estos años sólo contener su crecimiento (de hecho sólo Holanda tenía algun punto menos de deuda /PIB en 2019 sobre el 2000. ¡Ni Alemania!

Creo que hay algunos conceptos sobre los que hemos de reflexionar.

1)      Relación deuda /PIB

2)      Equilibrio primari0. Déficit público.

3)      Austeridad. El secuestro de las administraciones.

Relación volumen del total de la deuda pública sobre el Producto Interior Bruto. Quiere expresar qué capacidad tiene la economía del país para hacer frente a sus deudas. Pero esta relación es engañosa ya que sus dos componentes tienen características distintas, no son comparables. La deuda pública expresa lo que debe el Estado, lo que ha tomado prestado el Estado para sus necesidades presupuestarias y la carga que se deriva de ello, intereses y amortizaciones del principal, ha de ir a cargo de su presupuesto. El P.I.B. es una de las mediciones de lo que produce el conjunto del país y éste tiene los compromisos propios y particulares de cada uno de sus componentes, no de su administración. 

Si hiciéramos la relación entre la deuda pública, ya sea el monto total, o sus amortizaciones anuales, con el presupuesto ¿Cuál sería el resultado? A simple vista, evidentemente, que no podríamos pagarlo. Esto ya lo conté ahora hace justo seis años (aquí) en medio de los intentos para salirnos de la anterior crisis económica, la financiera del 2008. Si tuviéramos de pagar cada año las amortizaciones de la deuda que tenemos, no solamente nosotros, Alemania también, nos habríamos de comer prácticamente el presupuesto para poder cumplir. Entonces, ¿cómo vamos haciendo todos para poder cumplir? Refinanciando continuamente, cogiendo nuevos créditos para pagar los antiguos. Es una noria que si no queremos denominarla deuda perpetua es porque no queremos decirlo exactamente así, pero del cierto que lo es.

¿Qué nos proponen ahora los “sesudos” economistas? Que nos perdonen, eliminen, anulen, hagan una quita, de las deudas antiguas, que nos alivien del lastre que tenemos y… nos permitan tomar nuevos créditos para hacer inversiones que será más provechoso. Sí, no está mal y como el B.C.E. es nuestro, somos lo mismo, todo es un puro asiento contable, incluso si su balance queda con un patrimonio negativo, sólo… son apuntes contables en el viento. Los bancos destinan a provisionar los fallidos que tienen (el Santander lo acaba de anunciar para los resultados del ejercicio 2020 a lo grande, y los accionistas retribuyendo, o retribuyéndose, sustanciosos emolumentos a sus excelentes gestores…). Es decir, es el reconocimiento que nuestras deudas son fallidos, que no se podrán pagar nunca.

Con esta propuesta no sé qué pensarán los tenedores del 75% restante de la deuda pública de los Estados europeos. Creo que ya lo saben: Han colocado sus ahorros en activos de escasa rentabilidad pero seguros, seguros de que como los Estados no quiebran, hasta que quiebran, los tienen a buen recaudo. El agua siempre corre para hacer funcionar los cangilones de la noria, hasta que un día viene la sequía.

El tema clave es el déficit público, que todos lo tienen. Muchas llamadas al keynesianismo cuando las cosas van mal, poca aplicación keynesiana cuando van bien. Un año tras otro los presupuestos públicos aumentan. ¡El griterío que se levantaría si alguna vez u gobernante pretendiera reducirlos o destinar su crecimiento hipotético a reducir las deudas contraídas en momentos de vacas flacas!

Haciendo índice 100 los gastos no financieros de la AGE del año 2002, en el año 2019 el índice era 142,45. No está mal el crecimiento habido en estos 18 años de forma continuada (aunque sea en términos nominales) con la punta el paroxismo de 2009-2010 y la contención del segundo gobierno Rajoy 2015-2018.

De estos 18 años, solo cinco son positivos (con superávit), cuatro de ellos coincidentes con la locura de la burbuja inmobiliaria que hinchó desmesuradamente todas las administraciones y solo se redujo la deuda pública en dos de ellos (de una forma casi testimonial). La deuda alemana, nunca, sólo hasta 2019. La italiana tampoco nunca. La francesa igual y con gran crecimiento desde 2002 (índice 100, 2020, índice 273 en 2019). Solo los holandeses han tenido un comportamiento algo keynesiano, aunque algún día tendremos que hablar de las ventajas fiscales que establecen, ¿o no?


Como teníamos déficits que íbamos acumulando año tras año y como debíamos retornar lo que habíamos tomado prestado no quedaba más remedio que refinanciar e ir haciendo mayor la “bola”. El volumen de ingresos financieros del presupuesto, la apelación al crédito, pasó de un índice 100 en 2020 a un índice 310 en 2019, de 39,4 miles de millones de € en el 2002 a 118,8 miles de millones de € en 2019, con un conjunto de años –en los momentos más duros de las consecuencias de la crisis financiera- en que fueron más importantes los ingresos financieros que los no financieros



En esta tesitura la academia y los gestores de la política económica empezaron a hablar del equilibrio primario del presupuesto, enredándonos otra vez con un concepto engañoso. Avanzábamos si conseguíamos equilibrar los gastos corrientes con los ingresos impositivos corrientes sin contar la parte de carga financiera que representaban los intereses de la deuda. Cierto, mejorábamos respecto a la situación anterior, los pasos hacia el precipicio se atenuaban, eran más cortos, pero continuábamos engordando la deuda, ja estábamos cerca del billón doscientos mil millones. (1.200.000.000.000.,-€, cuántos ceros ¿verdad?

Y en esto llegó el COVID-19 y mandó parar.

Los reprobados intentos de los gobiernos de derechas para controlar la situación se fueron al traste, como los de todos los gobiernos del signo político que fuera en Europa y del mundo, por las consecuencias económicas y sanitarias de la pandemia. Ahora lo que hay que hacer es gastar, como sea, endeudándonos como sea, para salir de ello. ¿Recuerdan el 2009?, pues peor. Será necesario que actualice los cuadros y las gráficas que expuse antes hechas meses atrás para incorporar las actuaciones que todo el mundo ha llevado a cabo, todos, en el 2020, el año de la pandemia, que seguramente continuará en el 2021 y vete a saber…

Pero, si el  gasto público ha aumentado en lo que va de siglo XXI y aunque fuera con deuda hemos podido hacerle frente, ¿a qué vienes estos desgarros y chillidos atolondrados de falta de recursos y de austericidio?

Austericidio. Es evidente que se produjeron recortes, es evidente que se ha retrocedido en algunos campos. Ahora nos fijamos en el sanitario, cómo no, y echamos en falta los recursos retirados o no aumentados que necesitamos en estos momentos. Pero, ¿dónde estamos? ¿Estamos como el 2015, o el 2010? ¿Tan mal estábamos entonces? ¿Se pueden dimensionar de una forma permanente los servicios públicos por las puntas de las necesidades? ¿Hasta qué punto hemos de aceptar los deseos y no las realidades posibles?

Ya sé que vuelvo a ir contracorriente (y más en período electoral) pero me parece que nuestras sociedades no han aceptado que los recursos son finitos y limitados, a pesar de que nos llenamos la boca de sostenibilidad, y los deseos se han de satisfacer todos al punto y sin demora sean cuales sean, necesarios o superfluos.

¿Cómo es posible que si hay una opinión pública y publicada de austericidio los presupuestos de las administraciones hayan aumentado? Si algunas partidas esenciales han disminuido será porqué algunas que no lo son tanto han aumentado o ¿se han creado necesidades nuevas? ¿Cómo es que el que quiera tocar la gaita se queje de falta de ayudas públicas y el que se quiere columpiar en un trapecio o el que pide tener un médico o una oficina bancaria en su pequeño pueblo llene las noticias de quejas contra las administraciones? ¿Cómo es que hablamos de la “industria” del fútbol? ¿Cómo es que haya tantos empresarios que han perdido aquella noción que se enseña en las primeras lecciones de derecho mercantil del riego y ventura? ¿Cómo es que haya tantos trabajadores que no piensan como pasaron los carreteros a ser camioneros? Todo el mundo, todos los sectores, presiona a las administraciones públicas, solo hay que ver las noticias para corroborarlo y no haya ningún líder que sea valiente y salga a explicar la realidad ya que lo echarían. Las administraciones están secuestradas

La explicación de este mar de fondo está en la distribución de los recursos y las evidentes desigualdades que se ven y se palpan. Los hay a quienes no les va del todo mal, los que disponen de más recursos –del tipo que sea- se aprovechan de ello, siempre ha sido así. Es evidente que se puede mejorar mucho todavía, pero no podemos olvidar que hay limitaciones.

Queremos no enfermar y no morir nunca, por eso la sanidad debe ser una prioridad. Queremos desplazarnos rápida y cómodamente donde queramos o precisemos, por eso las comunicaciones, carreteras, AVE’s, aeropuertos, han de ser magníficas y de última generación. Queremos estar preparados para vivir, convivir, ser mejores, por eso la educación ha de ser óptima. Queremos entretenernos cada cual como quiera y donde quiera y con quien quiera, por eso la cultura es también esencial. Queremos vivir en un entorno limpio, aseado, seguro, por eso el urbanismo ha de ser mejor. Queremos que no se deteriore la convivencia, por eso las administraciones más próximas han de ser más eficientes. Queremos confort en el vestir, queremos variedad en la comida, queremos… pasear al perro o tener un gato en casa. ¡Queremos ser Dioses!

Tan sólo somos unos animalitos racionales muy imperfectos, aunque hemos conseguido muchos hitos vitales que nuestros padres se restregarían los ojos sorprendidos al verlas y muchos coetáneos terrestres de los cuatro puntos cardinales quisieran tener como estamos viendo a diario.

Quizás hay que empezar a pensar cómo podemos parar nuestros delirios inconmensurables, entonces los temas del endeudamiento público y los déficits que vamos acumulando serían más soportables y reconducibles. El futuro de los habitantes de la Tierra nos lo agradecerá.




8 de febrero


31 diciembre, 2018

El seté cel (El séptimo cielo)


 ...i el sisè cel està copiat
del cel setè que has engendrat dins del teu cap.

...y el sexto cielo está copiado
del séptimo que has engendrado en tu cabeza.

Jaume Sisa, “El setè cel” (1975)



A mucha gente no le gusta el mundo en que viven. Son mayoría, a pesar que hay otra gente que si les gusta. El mundo,... El mundo es la gente en sus circunstancias y relaciones, en un espacio y en un tiempo concreto.

Aquellos a los que no les gusta el mundo adoptan actitudes diversas. Unos se resignan de grado o por fuerza; otros se adaptan con mejor o peor fortuna; hay otros que intentan cambiarlo con diversos métodos con menor o mayor éxito. Los hay, pero, que para escaparse de lo que no les gusta se inventan un mundo nuevo, el suyo, y viven en él fuera de la realidad. Estos últimos, mientras hacen su vida no les pasa nada de especial y acostumbran a ser felices, o inocentones. Pero, ¡caramba!, cuando interrelacionan con el mundo real que no les gusta cómo han construido su visión a partir de sus inventos, de propósitos que no son ciertos, acaban estrellándose contra la realidad y son desgraciados.

En los últimos tiempos, el grueso de la gente que vive en la irrealidad está aumentando en todas partes. El mundo, nuestro mundo, se está convirtiendo cada vez más incomprensible para muchos y como hoy y aquí las religiones, la movilidad social o las ideologías están de baja se refugian en un mundo que solo existe en su cabeza, creado o alimentado por sombras del pasado, imágenes ficticias del presente o promeses imposibles de futuro.



31 de diciembre.

11 diciembre, 2018

Viaje al Cabo Norte. Epílogo.


Lo acabé. Me costó bastante acabar la recopilación del viaje que hicimos a primeros del verano pasado. Más de lo que preveía. Al comenzarla pensaba que podría dar para más de un álbum. Al final fueron tres (en total 254 páginas de imágenes y texto). Abrí el programa para hacer el primero a principios de agosto. Previamente ya había recopilado y ordenado las fotografías y los materiales que podía añadir, sin hacer ninguna selección. El programa del segundo álbum lo abrí un mes después, el 4 de septiembre. Para el tercero ya habíamos entrado en el otoño y fue a finales de octubre que puede dar por terminado el trabajo y enviarlo a impresión.  Todo este trabajo lo fui repasando a medida que iba avanzando, corrigiendo errores que encontraba, modificando imágenes, textos y composiciones. Hasta el último momento me di cuenta que había olvidado algún elemento imprescindible y lo incorporé, así como abandoné la búsqueda de algún pie de foto que me hubiera gustado también incorporar.

Hice el punto de partida del tercer viaje del que hablaba Kapuscinski. La memoria continuará girando con la ayuda de este trabajo sobre el viaje que hicimos hasta arriba del todo de Europa. No sé si volveremos a hacer otro viaje como éste, no tanto por su envergadura como por la ilusión que desde hacía tiempo había puesto en él. Ciertamente, no me decepcionó. Sí, no conseguimos ver ningún día el sol poniéndose en el horizonte; tampoco nos acercamos a ninguna colonia de “frailecitos”; resultó de un coste quizás excesivo para lo que estamos acostumbrados en este tipo de gastos; pero todo ello valió la pena y regresamos con ganas de volver a hacer alguna que otra etapa de este viaje (que no sé si será posible a pesar de la intención).

Conocimos otro país, de la forma –posiblemente sesgada- que como turista se puede llegar a conocer. A través de lo que visitamos, de lo que vimos, de lo que intuimos, de lo que leímos y nos contaron, nos hicimos una idea de Noruega, de su historia, de su gente, de su economía, del lugar que ocupan –antes y ahora, en el futuro nunca se sabe- en el mundo.

En la actualidad están protegidos por los beneficios que les da el petróleo, pero entendí que los saben administrar y que eso les viene de cómo administraron su colectividad cuando eran pobres. Eran (son todavía) pocos; en unas condiciones climatológicas y geográficas difíciles; sin grandes recursos naturales (agua, madera, pescado); fueron durante muchos años condenados a la emigración; me pareció –impresiones- que tenían una potente vida comunitaria que les permitió hacer bastantes cosas antes del petróleo y que no se les han subido los humos después. El puente y la famosa catedral  del  Ártico de Tromsö, por ejemplo, son anteriores a 1970, como el edificio del Ayuntamiento de Oslo o la via del ferrocarril de Flam. El mismo Hurtigruten, ahora más herramienta turística que correo postal, es centenario.

Tendremos  un buen recuerdo de este viaje. Estos álbumes ayudarán a ello. ¡Qué, señora! ¿hacemos otro?


Adolph Tiderman. Old age solitude. (1849)
Nasjonalgalleriet. Oslo.


11 de diciembre.

05 diciembre, 2018

La correlación de fuerzas.


Cuando compré el libro no me fijé en el subtítulo que traía: Transición. Historia de una política española (1937-2017), Santos Juliá. Ed. Galaxia Gutemberg, B-2017. Pensaba que el libro iba de “La Transición”, en mayúsculas, aquel período comúnmente establecido entre la muerte del Dictador, a finales de 1975, y la victoria de los socialistas en 1982. Pero no, abarca un período muy amplio, ¡80 años!, desde mediada la Guerra Civil hasta casi el día de hoy. El autor y la editorial me proporcionaban garantías, pero no era consciente de la historia a la que me enfrentaba.

Resulta que al poco de iniciada la Guerra Civil, entre españoles, hubo quien en el bando de la República se planteó como resolver el problema del enfrentamiento civil y qué aspectos había de considerar para conseguir una transición hacia la paz: el régimen político; la amnistía; cómo llevarla a término; los tiempos; la mediación posible;… Aquella cuestión, cómo volver a la normalidad violentada por un enfrentamiento cainita, todavía está presente a día de hoy. En los años ochenta del siglo pasado pareció que era un tema superado, pero a comienzos del siglo XXI volvió a resurgir con fuerza. Todavía algunos, en un bando y en el otro, se resisten a enterrar de una vez por todas el conflicto civil que dividió, quizá todavía divide, al país. ¿Todavía hay heridas por cicatrizar después de tantos años? Eso parece, o quizá ocurre que hay personas que se resisten al olvido –y al perdón- o que creen que todavía pueden sacar réditos políticos de ello.

Pero España, y el mundo, ya no son como eran en el primer tercio del siglo XX. Las estructuras sociales, económicas y políticas nacionales e internacionales son completamente distintas. A pesar de que haya quien piense que hace falta cerrarse –enrocarse-, especialmente aquí en Europa, el coste sería muy grande. No es descartable que haya intentos que crezcan y que consigan algún éxito. Sería dramático. Si ya nos vamos a convertir en poca cosa en el mundo del mañana,  nos convertiremos, desmenuzados y nacionalistas, en irrelevantes.

Todo ello nos lleva a pensar en la correlación de fuerzas. En la fuerza que tienen los contendientes en el combate de la historia en cada momento. Entre los que quieren pararla y los que la quieren superar. La transición que explica el libro lo pone de manifiesto. Para el caso catalán, Ruiz-Domènech, lo explica igual en el transcurso de su historia.

La Guerra Civil española se inclina por el bando de los sublevados, de los nacionales, 1939. El fin de la Segunda Guerra Mundial, y la derrota del fascismo, no conlleva retirar al dictador; la nota tripartita de 1946 hunde las esperanzas del exilio republicano.  Los pactos de 1953 con los Estados Unidos y la Santa Sede se inscriben en el contexto de la Guerra Fría entre el capitalismo americano  y el comunismo soviético. La autarquía, soñada por las fuerzas franquistas de primera hora, es arrinconada con el Plan de Estabilización de 1959. Los años sesenta ven la transformación de la estructura económica española. Franco, en 1975, muere en la cama.

Lo que quedó de los gubernamentales de la Guerra Civil, la decantación de desafectos, desilusionados o reconvertidos del Régimen franquista, los viejos monárquicos despechados, las nuevas generaciones ilustradas estudiantiles hijas de los vencedores, la regeneración del movimiento obrero dentro de las nuevas condiciones sociales (sin la presencia de los anarcosindicalistas desaparecidos de escena, no lo olvidemos), no consiguen construir –a pesar de los continuos intentos que se traman dentro y fuera del territorio nacional- una alternativa al Estado franquista. El contexto de la Guerra Fría es un dogal durante muchos años en las alianzas, en las posibilidades de avanzar, de invertir la correlación de fuerzas. Por mucho que se niegue, hay más fuerza en un lado del pulso: en el Régimen franquista.

En este panorama, a la muerte del Dictador –hay que repetirlo, en la cama- aparece Suárez y emprende la Reforma. Nadie le hace caso, o pocos lo toman en serio, no lo creen capaz. Los años 75, 76 y 77 son de ebullición de intentos rupturistas democráticos. Pero Suárez gana el referéndum de la Reforma Política, previo harakiri de los procuradores franquistas, y luego, gana también las primeras elecciones democráticas. La correlación de fuerzas no está a favor de la ruptura, se impone la reforma. Y, todo el mundo, todos, entran en el juego abandonando, o adaptando, ¡qué remedio!, viejas proclamas y viejos deseos con renuncias destacadas pero que al final resultaron provechosas. Al cesto del olvido todos los intentos elaborados desde 1937 para conseguir una transición dirigida o pactada por los que no han tenido fuerza para imponerla. Todos a discurrir por la transición que imponen los restos del Régimen franquista, no se puede hacer nada más. La Pasionaria y Rafael Alberti entrando del brazo en el hemiciclo del Congreso de los Diputados.

De ahí la Ley de Amnistía (tanto para falangistas como para comunistas, las dos bestias negras de los años treinta y de la Guerra Civil); de ahí la Constitución del 78 –de la que celebramos sus 40 años- (avanzada y que ha posibilitado superar otros viejos demonios de nuestra convivencia); de ahí la reconstrucción democrática el país reconocida internacionalmente; de ahí el más largo período de crecimiento económico y social que ha tenido el país; de ahí la superación de los intentos extremistas de dinamitarlo todo (el terrorismo de ETA y los Grapo como ejemplos); de ahí la alternancia política y la integración en el espacio de la convivencia europea.

40 años después, de una derrota entonces –otra derrota- y de una victoria luego –memorable- para el conjunto del país, sería deseable dejar de mirar hacia atrás y considerar superada la primera mitad del siglo XX. Dejar  para los historiadores y académicos su análisis y explicación. Mirar hacia adelante, hacia el nuevo mundo que se está configurando en el que no tendremos gran papel excepto el de mostrar nuestro modelo –el modelo europeo- que es el mejor en términos de libertad, igualdad y fraternidad. Con todas las carencias que se quieran destacar en estos tres conceptos, pero que es innegablemente superior a cualquier otro modelo que se quiera comparar con él.

Pero no estamos satisfechos. Algunos miran hacia atrás y denuncian las renuncias que se hicieron –y que todavía se hacen- para rendir justicia al pasado y las carencias que todavía existen en el presente. Otros miran hacia adelante y temerosos de lo que viene –en lugar de asumir sus potencialidades- se afanan en defenderse dentro de la torre que no es de marfil sino de ladrillo. Ambos extremos contra la transición. Sí, no La Transición, sino la transición de los últimos ochenta años de nuestra historia, desde el enfrentamiento armado con un millón de muertos y unas consecuencias escalofriantes para una gran parte de la población durante muchos años de postguerra hasta el posible debate civilizado democrático de nuestros días. ¿Civilizado?, no es exactamente lo que vemos cada día a través de los medios.

Otra vez en juego la correlación de fuerzas. ¿Hay fuerza para invertir la situación? ¿Hay fuerza para mantenerla o retrotraerla? La tensión vuelve a la sociedad y a las calles. No hay explicaciones convincentes para amplias capas de la población que están al albur de la complejidad de las situaciones del mundo de hoy y que creen, son creyentes, en propuestas que se presentan como posibles y redentoras. La configuración del Estado; su encabezamiento formal; las limitadas –o constreñidas- alternativas disponibles con los recursos existentes –a pesar de su innegable volumen-; las posibilidades existentes de progreso si se consiguen construir consensos elementales.

Pues así estamos, volviéndonos a pelear a unos niveles cada vez más deplorables. Los contextos internacionales no ayudan. El exacerbado egoísmo de los poderosos –y misteriosos- mercados todavía menos. La rapidez e inmediatez de la información –y de la desinformación- enerva a la ciudadanía. Volvemos a estar encima de un volcán como hace cien años, también a pesar de la prosperidad general.

La superación de la guerras globales, calientes o frías; la construcción de estructuras que han enterrado antagonismos históricos; la desaparición de alternativas globales; la asunción de nuevos retos medioambientales a los que enfrentarse; el avance vertiginoso de nuevos conocimientos extendidos por todo el mundo… ¿son, quizá, sólo una etapa brillante de nuestra historia destinada a concluir?

5 de diciembre.

03 noviembre, 2018

Aspavientos.


Ahora todo son aspavientos, supongo que sinceros. Sin embargo lo cierto es que se veía a venir –y continuará- y las lamentaciones, las exclamaciones y las imprecaciones también.

¿Saben algo de historia y de política quienes nos han metido en este lio? Me temo que no, que poco, aunque algunos sean profesionales de ello. En su nube (ahora también digital) han construido un mundo ajeno a la realidad. ¿Pensaban que lo que hacían y decían saldría gratis? ¿Tan poco conocían o valoraban el alcance de su envite? Tanto los que lo hicieron, como los que contemporizaron con ello, como los que lo comprendieron, ¿no creían que acabaría así? Cierto, irá así, y todavía no ha terminado, faltan muchos actos por venir. La reacción acaba de empezar, veremos donde se para. Pero pintan bastos.

Era, y es, de esperar la magnitud de la respuesta al órdago lanzado y –de la forma que se ha producido todo- también era, y es, de esperar la sorpresa a la respuesta. Demasiada, ocultación, demasiada “astucia”, demasiada ambigüedad, demasiada ambivalencia, demasiada ingenuidad, demasiado nadar y guardar la ropa. ¿El final del camino, “à bout du souffle”? Pues no lo sé. Hace exactamente tres años lo dije y me equivoqué, estamos en el mismo sitio. ¿En el mismo sitio? No. Mejor según unos y peor según otros. Parece que esto va para largo, paciencia.

Mientras tanto se va degradando la convivencia en el ámbito privado y en el espacio común, la gestión pública y la administración, las relaciones exteriores a la que se les traspasa el problema,... Una sensación de cansancio va invadiendo la sociedad. Mal rollo. Todavía nadie quiere, o puede, ceder y el tema se alarga. Algunas voces voluntariosas claman sin encontrar eco, al menos perceptible.

Continuaremos viviendo. Las colectividades –en su evolución- siempre han estado en conflicto. ¿Por qué ahora tendría que ser distinto? Al final iremos adelante o atrás según cómo y desde dónde se mire. Siempre es así, la mirada colectiva es poliédrica.


Hay un buen trecho entre los sueños y la realidad

Nada cura las heridas como un bello sueño.
¿Quien no arriesgaría la vida por un bello sueño?
¿Qué sería de nosotros sin un bello sueño?
¿Qué haríamos del día y de la noche?

Para construir un bello sueño
hay que ser, además, suficientemente espabilado
-cuando se tuerce la fortuna-
para salir de entre los escombros 
y hacer otro rápidamente.

J.M. Serrat, "Para construir un bello sueño". 1989.

3 de noviembre.

26 octubre, 2018

¿Hablar con el PSC? ¿De qué?


Casualmente llego al conocimiento de un artículo publicado en el diario ARA (20/10/18) por Jordi Muñoz (supongo que lo de politòleg que viene detrás de su nombre con el mismo cuerpo de letra es su profesión, que no sé si su oficio). Ni soy lector del mencionado periódico ni conozco de nada al autor del artículo, pero el título me atrae: Hablar con el PSC. Lo leo intentando comprender qué dice y qué quiere decir.

Evidentemente el autor escribe desde la óptica independentista (perdonen, no he sabido discernir nunca entre nacionalistas, soberanistas, independentistas,…). Dice que el PSC ha hecho una clara involución en sus planteamientos desde el programa electoral del 2012 hacia acá. Cierto, los que mandaban entonces, con el lirio en la mano y con los tejemanejes de algunos miembros de su dirección, apostaron por el “derecho a decidir” que después quedó claro que era el derecho a decidir la independencia (como si no fuera evidente desde el principio). Escaldados, aquellos que consiguieron mantener con vida una organización dinamitada por dentro y bombardeada por fuera –en unos tiempos turbulentos, todo hay que decirlo- se han replegado a posiciones más comprensibles para sus bases orgánicas y electorales.

El autor dice y es cierto, que este repliegue ha alejado al PSC de la centralidad política. Evidente, si la centralidad política se define como el punto central de debate de la sociedad, ésta es aquí el tema de la independencia. Este debate está protagonizado por posiciones heterogéneas, a un lado y a otro, que lo único que tienen en común a discutir es su posicionamiento sobre este punto, a favor o en contra. Pero, ¿tienen alguna cosa más en común? Evidentemente no. Ni el modelo de sociedad, ni su posición en el mundo, ni los instrumentos de acción política: “Cabestros contra borricos”, toda una metáfora.

Los socialistas, dice el autor, siguen teniendo una posición clave. Quizá, ¿pero sobre qué? Y dice que hay que preguntar de entrada al PSC si cree que los referéndums polarizan más o menos que enviar policías antidisturbios. ¡Ah… la clave! El terreno del debate es el suyo, el de los “indepes”. “En esta sociedad el debate sobre la independencia hace años que está asentado y por lo tanto un referéndum es la seguramente forma más civilizada de resolverlo”. Evidentemente después de encender el fuego la forma de apagarlo es el agua.

Pues no. El terreno de debate es el de explicar racionalmente el engaño al que se ha conducido a una importante masa de población que se ha creído las alocadas proclamas de una pandilla de insensatos (perdonen otra vez… a este pobre pecador, pero después de lo que vemos cada día no creo que sea un calificativo insultante). Por cierto, el 1 de octubre del año pasado, mientras que hubo alcaldes o alcaldesas que se pusieron delante de los antidisturbios para que les zurraran y alcanzar el martirio, hubo otros –socialistas- que lograron persuadir a los que mandaban  aquellos antidisturbios que lo que iban a hacer era una locura tan grande como la que pretendían reprimir y de esta forma evitaron acciones torpes.

Por lo tanto, creo, y solo soy un simple militante de base sin ninguna responsabilidad orgánica, que el PSC debe continuar intentando calmar los ánimos, serenar el país y conseguir devolver la centralidad política a la sensatez que se ha perdido en Cataluña. De esto sí que creo que puede hablarse con el PSC y me parece que lo hace patente cada día. Ni avalar la represión ni degradar la convivencia, sino lograr la convivencia para que no haya represión.

26 de octubre.

29 septiembre, 2018

¡Reconocerlo! ¡Dejadlo!


Manuel Cuyàs, tan distante ideológicamente y tan cercano cívicamente (y físicamente, ya que vive a dos manzanas de mi casa), publica un artículo diario en El Punt-Avui. El de hace pocos días, 27/9: “Estremiment a Estremera”. También acaba de conceder una larga entrevista a Catalunya Plural, a mi viejo conocido Siscu Baiges, con una foto desde el balcón de su casa en la Rambla de Mataró, de la casa del “nét del pirata” (el nieto del pirata). Dice cosas para comentar. Algunas ya me las ha contado y hemos debatido de ellas tomando un café en la terraza del Iluro. ¡Ah!, aquellos tiempos, Manuel, en que quedábamos para tomar un gin-tónic. Nos hacemos mayores.

Ha leído el libro que acaba de sacar Joaquim Forn (que era el Consejero de Interior en el gobierno Puigdemón), preso ahora en la cárcel de Lledoners, en el que el autor empieza diciendo que nunca había pensado que acabaría en la cárcel. ¡¡Sensacional!! ¿Qué se pensaba que le pasaría si no triunfaba la revuelta que impulsaba el Gobierno del que formaba parte como responsable de las fuerzas de orden público? ¡Por favor! O entonces era un iluso o un ignorante, o ahora nos engaña y echa la lagrimita. Pero, ¿de verdad no había pensado nunca que esto podía acabar así? ¿No era consciente que estaba en el equipo dirigente de una revuelta? ¿Qué se pensaba que estaban haciendo? ¿Jugando al parchís? No nos merecemos gente así.

En la entrevista a Catalunya Plural explica cómo vivió en su casa una cena, supongo que bajo la mirada del retrato del corsario Cuyàs i Sempere, con unos amigos “indepes” la noche de la proclamación de la podríamos decir non nata República Catalana, el 28 de octubre del año pasado. (Leo en la Wikipedia que así también se denomina la Constitución española de 1856). Excitación, abrazos,… va, ¡poned la tele que veremos cómo nos van reconociendo los Estados del mundo mundial! Después, la decepción. La rechazada bandera del estado opresor todavía hoy luce a las puertas de todas las comisarías de los Mossos d’Esquadra del país. Unos, pies para que os quiero, al exilio. Otros, mansos como corderitos, derechos a la cárcel y, fuera y dentro, todavía están allá y parece que por mucho tiempo.

No, no hace falta que ahora deis la razón a los que hace tiempo os decíamos que esto no podía ser, que no se daban las condiciones para ello, que no tenías fuerza, que todo eran palabras vacías. No hace falta que nos pidáis perdón por todo lo que nos habéis dicho, y que todavía nos continuáis diciendo, de traidores y “butiflers” para arriba. No hace falta, miraremos hacia otro lado, “pelillos a la mar”, todo sea por el apaciguamiento del país. No es la hora de los reproches si queremos seguir adelante.

No, no hace falta que reconozcáis que no había nada preparado, que habéis engañado a medio país y especialmente a la buena gente, a la gente sencilla, que ha confiado ciegamente en vosotros, os ha creído y ha salido a la calle en disciplinados rebaños que habéis conducido al matadero.  No, no hace falta ir por la calle cabizbajos y golpeándoos el pecho arrepentidos de la engañifa que habéis construido. No lo tendremos en cuenta, convendremos en que sois gente normal, de casa.

Si al menos, podríais decir que os habéis equivocado. Que pensabais que las cosas irían de otra forma, que creíais que España, el Estado español que llamáis vosotros, era un churro, un espantapájaros y que a la hora de la verdad es un Estado más firme de lo que decíais y con una mala salud de hierro; que estabais convencidos que tendríais Europa a vuestro lado y ha resultado que, mira por dónde, Europa nos ha fallado” como me dijo una vieja amiga; que la gente, un montón de gente como la que estáis acostumbrados a movilizar, ocuparía las plazas y las calles y no se movería de ellas desafiando a qué y a quien fuera, el tiempo que hiciera falta, y… solo unos cuántos se han puesto un lazo amarillo en la solapa i se ha arrejuntado para los mayores hacer encuentros “chiruqueros” y performances teatrales los más atrevidos.

¡Reconocedlo! ¡Dejadlo! No, no hace falta que hagáis una ida a Canossa, no son tiempos para estas cosas. Pero sí que lo más sensato es bajar la bandera (estelada) e ir a pedir un armisticio a Madrid (¡Ufff!, que fuerte, ¿no?, pero los Estados Mayores han de reconocer el estado de las fuerzas, de las propias y del enemigo. Recordad el triste final de la consigna “Resistir es vencer”). Sí, y empezar una gradual retirada, acabando con el parloteo incontrolado de cada día sobre el tema; retirando las banderas independentistas y los llamamientos institucionales de los espacios públicos; normalizando la decoración de los despachos de las administraciones públicas; descolgando las pancartas de los estudios centrales de TV3 i desmontando la “Tele-procés”; retornando la neutralidad de los funcionarios públicos; no engordando más, con el dinero de las donaciones monjiles, a los picapleitos que os llevarán hasta el fin del mundo con las argucias de su trabajo; dejando de engrasar la variada sociedad civil y sus manifestaciones de una forma sesgada; no aventando más las brasas para mantener los rescoldos encendidos de la fiesta…, y sobre todo volviendo a las tareas que tenemos encomendadas que son muchas, que llevan tiempo desatendidas y que reclaman soluciones, algunas urgentes. Buscad, además, la forma de acercaros a otra gente sensata, todavía quedan algunos, para volver a coser el cuerpo social hoy escindido. No podemos permitirnos una sociedad partida en la que el odio predomine sobre nuestras relaciones. Haced el favor, levantad el pie del acelerador del artefacto que conducís que no os está llevando a ninguna parte.

Y en el armisticio se puede hablar de todo –que no quiere decir que se llegue a acuerdos en todo- especialmente si se mantiene en la otra parte un Gobierno que no quiere la guerra, que quiere el entendimiento, que comprende que hay cosas que negociar. Si en el otro bando vuelven hacia atrás, a unos meses atrás, lo tendremos jodido. Los de antes sólo creen en el garrote y ellos lo tienen mayor, más grande. Perderéis de todas todas.

¿Un referéndum, Manuel? Tal como están las cosas, ni de aquí a cuatro años como suspiras tú. Cuatro años como mínimo para normalizar la situación, para volver a hablar tranquilamente, poco a poco, de forma distendida. Cuando todo esté más sosegado, los diplomáticos harán, o habrán hecho bajo la mesa, su trabajo y podrán ofrecer al país, a las generaciones futuras del país, a los de uno y otro bando, una solución factible para todos. Así lo espero, y deseo, no sin la duda de su dificultad, empezando por el armisticio.


29 de septiembre, en recuerdo del 1 de octubre del año pasado.

10 septiembre, 2018

El 11 de septiembre.


La guerra de Sucesión a la corona de España (1701-1713) fue una guerra entre las monarquías europeas  por la hegemonía continental. Una mayoría de las élites catalanes de aquel momento se apuntaron al bando que al final resultó perdedor y resistieron hasta más allá de sus posibilidades (1714).

El resultado de la victoria de unos y la derrota de los otros configuró en los territorios peninsulares un nuevo orden político. Cataluña por el Decreto de Nueva Planta (1716) perdió las constituciones políticas que tenía hasta entonces dentro de la monarquía española.

El Duque de Berwick se lo explicó a los valencianos tras la batalla de Almansa (1707):

Este Reyno [sic] ha sido rebelde a Su Magestad [Felipe V] y ha sido conquistado, haviendo [sic] cometido contra Su Magestad una grande alevosía, y assí [sic] no tiene más privilegios ni fueros que aquellos que su Magestad quisiere conceder en adelante.


Es la historia, bien conocida. ¿Alguien piensa, en serio, 300 años después, que existe fuerza para revertirla y que esto puede tener especial interés, y que vale la pena, en el mundo de hoy? Parece ser que sí y son unos cuantos. Tenemos que desilusionarles antes de que se estrellen y nos estrellen a todos. Hablar claro (como aquí). Decirles la verdad.



Hace tiempo, un día de Santa Lucía, hice de “palmero” de Manolo Escobar sobre los restos de los huesos de los últimos defensores del estandarte de Santa Eulalia.

10 de septiembre.

08 septiembre, 2018

No he de pedir perdón.


Creía que tenía este escrito publicado en alguno que los blogs que he tenido o que todavía utilizo y en ellos lo busqué inútilmente. No, fue publicado en el semanario Capgròs antes de que pusiera en marcha mi primer blog, en noviembre del 2004, en unas colaboraciones quincenales que hacía en él tituladas “Des de Madrid” y luego, su traducción, en la revista Temas, nº 121, del mismo año.

Como el tema vuelve a resurgir –en medio del ambiente político existente- he pensado que vale la pena volver a publicarlo, ya que –catorce años después- continúo creyendo en la vigencia de su contenido, pensado lo mismo que escribí entonces. Seguramente lo que ha cambiado es el entorno político y probablemente quien lo lea no lo verá igual. Cierto, quizá me he quedado en minoría y en fuera de juego.





NO HE DE PEDIR PERDÓN.


Preside mi despacho de Diputado en Madrid una caricatura de mi padre (con el que tengo un cierto parecido) hecha en la Prisión Modelo de Barcelona el mes de diciembre de 1939 cuando estaba “hospedado” en ella como consecuencia de su pertenencia al bando perdedor de la Guerra Civil española.

El Grupo Parlamentario de Esquerra Republicana de Catalunya planteó en el Congreso de Diputados una propuesta para que el Estado Español pidiera perdón a las instituciones catalanas por el juicio y fusilamiento del que fue Presidente de la Generalitat de Catalunya Lluís Companys.

Esta propuesta – hecha por quien la hace – es una contradicción en si misma. Contradicción que supongo que es deliberadamente asumida por sus proponentes. El Grupo Parlamentario de ERC es un grupo del Parlamento de España, y este Parlamento democrático no es continuador del Estado franquista – de la Dictadura – que gobernó España durante casi cuarenta años. Mejor dicho, este Parlamento es precisamente la representación de la diferencia entre aquel sistema político y el que tenemos en la actualidad. El Parlamento no puede pedir nada al Estado (¿?) entre otras cosas por ser él el máximo depositario de la soberanía popular, y se lo tendría que pedir a si mismo. Y en el caso que nos ocupa, tendría que pedir perdón por una cosa que no hizo ni fue el responsable.

Los de ERC pueden intentar confundir al personal, y en virtud de sus actuales planteamientos políticos – que no los históricos – pretender que la Guerra Civil española fue una guerra entre dos entidades estatales: “España” y Catalunya. He escrito España entre comillas ya que España sin Catalunya nunca ha existido como entidad histórica.

La Guerra Civil – como está generalmente reconocido – fue una guerra entre españoles por motivos ideológicos, en la que hubo miembros de los diversos pueblos de España en cada uno de los bandos enfrentados. El dictador Franco era gallego, la oligarquía de Neguri era vasca, March era mallorquín, el “Tercio de Nuestra Señora de Montserrat” estaba formado por catalanes, y los hermanos y poetas Machado estuvieron en lados distintos. El fusilamiento de Lluís Companys, como el de Joan Peiró (que también fue Ministro de la República), como el de tantos otros, fue por lo que representaban de una España diferente a la tradicional y conservadora en cada una de sus facetas, aunque decir esto hoy incomode a los de ERC.

Y ahora, los derrotados de aquella guerra, que con el tiempo hemos conseguido por voluntad popular volver a participar en la construcción de la vida colectiva del país, con evidentes renuncias hacia el pasado y aceptaciones del presente, pero con conseguidas realidades de derechos y deberes democráticos hacia el futuro, no podemos asumir que hemos de pedir perdón por unos hechos de los cuales no solamente no fuimos responsables sino por los que además fuimos gravemente afectados.

Creo, pues, que comprendiendo que hoy ERC quiera en virtud de sus actuales planteamiento políticos independentistas – plenamente legítimos – hacer esta reivindicación, no nos puede pedir a los que tenemos otras posiciones – tan plenamente legítimas como las suyas, y además, no lo olvidemos, con más apoyo democrático – que abdiquemos de nuestros planteamientos y asumamos los suyos.

No he de pedir perdón por el fusilamiento de Lluís Companys, ni como ciudadano ni como Diputado. No creo que lo haya de hacer, ni bajo ningún condicionante lo haré. Por la memoria de mi padre y de lo que representa.



Madrid - Mataró, 16-10-2004.


(Este artículo fue publicado en la revista Temas para el debate, nº 121. 2004)


8 de septiembre.

29 agosto, 2018

¡Por Dios, abrid los ojos! Mirad. ¿Es que no lo veis?*


Dos intentos para combatir el pensamiento separatista. Uno, explicar su irrealidad. Dos, presentar una alternativa.

1.      Después de calificar, twitteando en abierto con una amiga, de malhechores a los políticos presos y huidos al extranjero, levanté una pequeña polvareda entre algunos adictos a la causa independentista. Debate corto y correcto, sin apenas estridencias.
Vayamos por partes:

Malhechor: quien comete actos criminales (según los diccionarios). Acotación. Quien comete actos, es decir, hace cosas. Criminales, de crimen. Violación grave de la ley moral, que en Derecho es una infracción punible de carácter grave.

Evidentemente, quien sustancia en justicia este calificativo es un tribunal. Mi calificativo es una opinión personal sin ninguna relevancia jurídica. Pero lo cierto es que hay un procedimiento en marcha y un juez instructor ha calificado así las acciones (sí, señor, las acciones) de los imputados. Veremos si a la hora del juicio los tribunales correspondientes lo corroboran. Por tanto, una de las primeras falacias que conviene desmontar es que los políticos que están encarcelados hasta ahora provisionalmente lo están por sus ideas. Lo están por sus acciones, pretender implementar un nuevo sistema político-administrativo en Cataluña separado de España, por hacer separatismo.

Podríamos también considerar si la prisión provisional para los encausados (que dura desde el comienzo del procedimiento) es correcta o no o si ya dura demasiado. Hay mucha gente que piensa que no lo es y se tendría que acabar. Opinión respetable (tanto como la contraria) que no ha hecho ninguna mella en la voluntad del juez, ya que las actuaciones (por ejemplo, las fugas) o las declaraciones (del propio nuevo gobierno de la Generalitat) que existen en torno a los presos no han ayudado para nada al respecto. ¿O es que no se entiende la lógica del otro, de los otros? ¿Solo la propia lógica de uno mismo es la correcta? “¡Es que son amigos míos!” se me ha llegado a decir. ¿Y qué tiene que ver con esta circunstancia personal el tema? “Los conozco y son buena gente. Incluso van a misa”. ¡Cuántas quemaduras por poner la mano en el fuego y cuánta gente identificamos con nuestra propia condición!

Oh, pero volvamos al separatismo. “¿Pero esta pretensión no estaba avalada en las urnas por un proceso electoral?” Bien, dejemos de lado si eso es o no así. Habría mucho que discutir: porcentajes, circunscripciones, presencia diversa con posiciones discutibles… Vayamos al meollo de la cuestión. La soberanía para adoptar esta pretensión. “¿Pero el Parlamento de Cataluña no es soberano?” No, no lo es. Es un derivado de la Constitución Española, guste o no guste, mira que se ha explicado veces. ¿Que a algunos les gustaría que fuese soberano? Ciertamente, pero no lo es. ¿Conviene recordar que este presidente de la Generalidad, que dice que los catalanes no reconocen al Jefe del Estado (el Rey Felipe), tiene su nombramiento y puede ejercerlo por un acto firmado por el Monarca? ¿Cabe recordar que los alcaldes, incluidos los de la CUP, deben su cargo a un acto y a un acta de la Junta Electoral del Estado Español? ¿Que si no fuera por eso no podrían firmar ningún papel oficial y que si no fuera por ese hecho, nadie firmaría nada con ellos, ya que no serían reconocidos?

“Entonces, ¿cómo se puede “implementar” la voluntad de aquellos catalanes que creen en esta soberanía inexistente y poder así llevar a cabo las acciones que se crean más convenientes por su propia voluntad?” Pues, como vengo explicando desde hace muchos años, solo hay dos vías: La de la aceptación de que así sea por parte de los que ostentan la soberanía a través de las leyes correspondientes, o la obtención de la misma por la vía de hecho. La primera de ellas es un pacto hoy por hoy imposible (no se va a dar un nuevo harakiri en las Cortes). La segunda vía solo se puede conseguir mediante una revuelta. Lo explica muy bien Pau Luque (“La secesión en los dominios del lobo”. Catarata, M-2018).
El pacto es imposible porque no hay ningún Estado en nuestro entorno y de nuestras características que lo acepte en su ordenamiento. No existen jurídicamente ni el derecho a decidir, ni el derecho a la autodeterminación (no es aplicable a Cataluña el existente internacionalmente. No somos ninguna colonia aunque algunos pretendan venderlo así.), ni el derecho a la secesión. La secesión, en todo caso, se obtiene. Pero esa ya es la otra vía. Cuando se pretende un pacto con menos de la mitad de la población y el resto en contra, cuando las principales empresas del país se van despavoridas, cuando no hay ningún reconocimiento internacional, sino solo advertencias en contra, cuando los impulsores de la medida son encarcelados o se tienen que ir fuera, es evidente que no hay ningún pacto posible que avale la secesión.

La revuelta,… oh, “parole, parole”. Es evidente que hay quien habla de ella, pero ¿existe la fuerza, con todo lo que comporta la fuerza, para llevarla a término? ¿Hay una voluntad secesionista más allá de la “boquilla”? Sí, hay antecedentes, los de Irlanda, por ejemplo, hace cien años, a sangre y fuego. No hace falta ir más lejos y llegar a los neerlandeses (s. XVII) por mucho que a algunos les guste pensar en ellos. También tenemos los resultados de la descomposición del imperio soviético, pero son tan poco aplicables. Los bálticos, otros en las mismas circunstancias. También tenemos pruebas de cómo han acabado algunos otros que lo han intentado. El IRA en Irlanda del Norte que tuvo que claudicar, o ETA en el País Vasco, derrotada precisamente por las fuerzas policiales, jurídicas, administrativas y sociales... del Estado Español.

¡Pero, que nos dejen hablar de ello! Pero si no dejáis de hacerlo. Especialmente desde los medios públicos de manera machacona y reiterada. ¡Que nos dejen contarnos! Pero si lo hacéis a cada elección del nivel que sea (pervirtiendo su objeto), por no hablar de los intentos irregulares.

Y aquí es donde llegamos al país partido. ¡Por Dios, abrid los ojos y mirad! ¿Es que no lo veis? Habéis conseguido romper, aniquilar, el viejo sueño de la izquierda catalana de construir un solo pueblo con los que vivían aquí, independientemente de dónde habían nacido y de qué lengua hablaban. ¿Queréis datos? El primer grupo político en el Parlamento de Catalunya es un grupo catalán (porque así son sus componentes y votantes), el de C´s, anticatalanista. Por primera vez desde el establecimiento de la autonomía catalana una tercera parte de los votantes y de los elegidos han manifestado sus pretensiones anticatalanistas. ¿No tenéis mayor prueba? La coña de Tabarnia, ¿no os resulta significativa tampoco? Pero podemos continuar: ¿Quién ve TV3, por ejemplo? Los catalanohablantes. Los que no lo son no la consideran suya (algunos catalanes de “pata negra” tampoco) ¿Por qué hay catalanes que confían más en los cuerpos policiales españoles que en los Mossos d’Esquadra? ¿Quién va con los lazos amarillos y quién los reprueba? Ojo, que pronto esta división llegará al sistema escolar. Y en un futuro no demasiado lejano. ¿Por qué en el espacio público tiene que haber manifestaciones institucionales partidistas? ¿Qué habría pasado si yo hubiera izado una bandera roja a la entrada de la ciudad cuando era alcalde socialista? La pretensión de ignorar o de obviar la realidad es una característica de los separatistas. Fuera de ellos no hay ninguna otra realidad ni tiene derecho a existir. Este hecho comporta derivas preocupantes. Las hemos visto en la historia no hace demasiado tiempo.

La pregunta que procede hacer a los separatistas es la siguiente. ¿Queréis construir dos comunidades ateniéndoos a dos supuestas características lingüísticas o sentimentales (étnicas es demasiado fuerte)? ¿Como Bélgica, por ejemplo? Supongo que pensar que se impondrá una sola comunidad, la hipotética vuestra, ya es suficientemente evidente que no es posible, ¿no? (Cuidado con el argumento tramposo y torcido del reciente artículo de David Miró en el Ara). ¿Qué había de malo en la construcción que se había hecho hasta ahora? Se habían recuperado la escuela, el idioma, la administración pública, las instituciones.... “Pero queremos ir más allá. ¡Los 14 artículos del Estatuto de 2006 tumbados por el Tribunal Constitucional lo reventaron todo!” ¿Todo? No jodáis. ¿No será que habéis inculcado un elemento irracional, emocional, en el debate? “Nos joden, vienen a por nosotros”. ¡Hala! ¿Lo tenemos que explicar fuera? ¿Con qué argumentos y con qué datos?

Dos comunidades separadas, que no se mezclan, que tienen sus códigos propios, que malviven juntas, ya que no hay más remedio, que se menosprecian, que pueden llegar a enfrentamientos, No sé, no sé, ¿de qué fuentes intelectuales beben actualmente, si es que beben de alguna, los que dirigen la actuación independentista? ¿Del N-VA, la Nueva alianza Flamenca? (leed el apartado de Bélgica del libro de J.M. Martí Font/ Chistophe Barbier, “La Fortaleza asediada. Los populismos contra Europa”, Ed. Península/Plon. B-2018). Cabezas pensantes tienen. Piensen bien o mal. Pero pensar, piensan.


2.       Hasta aquí, pero ahora bien, ¿Qué alternativa hay? ¿Qué se ofrece a la población catalana para no llegar a conclusiones dramáticas de cara a su porvenir y plantearlo en positivo?

La palabra clave es identidad. ¿Solo existe la posibilidad de construir una identidad individual y colectiva desde el pasado o es posible construirla hacia el futuro? ¿Solo desde la lengua (normativizada no hace más de cien años), desde las costumbres y tradiciones (en ocasiones lejanas o supuestas y muchas inventadas), de las instituciones construidas en otro momento histórico (tampoco tan antiguo, pero ya superado), desde las emociones primarias bienintencionadas (ingenuas)...?
Evidentemente, todos recogemos una herencia del pasado en forma de idioma y comportamientos, y la desarrollamos de acuerdo con el entorno en el que crecemos, la socialización que tenemos, y vamos construyendo nuestra propia identidad. En las comunidades cerradas, o que se cierran (etnias, religiones, sectas,...), la preservación de la identidad es muy fuerte. ¿Sucede lo mismo en las colectividades abiertas de hoy en día? Evidentemente, no. No solamente por motivos de las mayores facilidades de los intercambios culturales, sino también per las condiciones de vida, de movilidad, de las mayores posibilidades de acceso a la información... Todo conduce a que lo que “siempre se había hecho, lo que siempre había existido” ya no exista ni se haga tan habitualmente. Lo vemos en los gustos, en las aficiones, hasta en el idioma.  El bilingüismo, o el multilingüismo, se extienden por todo el mundo, hay gente a la que le gusta la comida oriental o americana, la vestimenta se uniformiza, la música es internacional. ¿Qué le dice a un joven catalán de hoy un plato de  ´mongetes´ con butifarra, que era habitual (y a veces sin butifarra) en las mesas de nuestras casas no hace tantos años? Los italianos nos han incorporado la pizza y los noruegos, muy nacionalistas, sacan de casa un vestido tradicional (¿tradicional de cuándo?) solo el día de la fiesta nacional, aquí ni eso, aunque hay algún bobo que reivindica las alpargatas.
En las sociedades avanzadas y abiertas la identidad cambia rápidamente, se adapta al entorno más rápidamente. Solo los fundamentalistas se resisten a aceptarlo. Mantener una identidad estancada es mantener un control desde algún punto (político, religioso, económico,...) sobre la colectividad. Si todo el mundo se atreve a construir su propia identidad, si ésta además sale de las mezclas más impensables e inverosímiles de todo orden (racial, sexual, ideológico,...), la libertad sale fortalecida y el control y la dominación sobre las individualidades retrocede. Las identidades son convenciones sociales, construcciones humanas que no son inmutables, son cambiantes y más en los tiempos actuales.
¿Cuál es el futuro de la identidad catalana? Tenemos que saber leer hacia dónde va el mundo. De aquí a pocos años, los europeos no seremos apenas más del 5% del total de pobladores del Planeta, que todavía no hace 70 años dominaban totalmente, y los “catalanets/etes”, representan el l% de ese 5%. Pasaremos por poco que nos descuidemos a ser los guardianes (masoveros) de nuestro pasado. Nuestras religiones seculares (que aquí languidecen), nuestros pequeños idiomas (con los que no podemos ir por el mundo), nuestras comidas, nuestros olores y colores, serán residuales. Pero a pesar de las guerras seculares que han ensangrentado el extremo del continente euroasiático, eso que se llama Europa, hemos construido la mejor y más apreciada forma de vida del mundo. En el campo político es innegable, como lo es casi en todos los campos de la vida colectiva. Con todas las carencias que queráis hacer notar y el camino que nos queda por recorrer: libertades y derechos, convivencia, servicios comunes, organización política, economía.. Europa, si seguimos por el camino de las viejas identidades que nos proponen los nacionalismos por todas partes, se puede ir hacia atrás en el modelo que ofrece al mundo. A algunos ya les va bien, a los autócratas de más allá sobre todo. No les convienen ejemplos en los que no pueden reflejarse. Grandes partes del mundo, en extensión, pero sobre todo en población, tienen otros modelos que nosotros no desearíamos.
¿Contribuiremos al “nosotros solos” que preconizan populismos diversos desde Noruega a Italia y desde Polonia a Francia? No, nuestra identidad actual catalana -que no es milenaria por mucho que se pretenda- hemos de proyectarla al futuro ayudando al mantenimiento y a la mejora del modelo europeo. ¿Perderemos cosas de nuestra actual identidad? Seguro, ¿no las estamos perdiendo ahora sin darnos cuenta? Crearemos otras con otra gente, con los que están llegando ahora, como lo hicimos antes con los que llegaban antes. ¿O es que ahora no nos gusta comer un gazpacho bien fresquito a la hora del almuerzo? Puede que nos olvidemos de la ratafía, como otros se olvidarán del pacharán, que queramos o no, es lo mismo y de los licores que hacían los monjes en los monasterios, y la sardana quedará como una exhibición de danzas folklóricas del pasado (aunque no sé si tiene algún atractivo como espectáculo). Nuestras Vírgenes quedarán como enclaves de espectaculares panorámicas paisajísticas para visitar y las procesiones como elementos estéticos para atraer al turismo en determinadas épocas del año.
Y nuestras instituciones tendríamos que adaptarlas a las circunstancias de hoy y al mundo que nos rodea. ¿No hizo Pau Vila las comarcas dibujándolas a tiro de carro? ¿No hemos visto la desaparición de las Cajas de Ahorro (con pocos aspavientos de nuestros castizos paisanos)? ¿No vimos la reconversión cotidiana de nuestro tejido económico de toda la vida? ¿No vimos la movilidad social que generó la vieja inmigración y la que seguramente generará la nueva? ¿No estamos discutiendo de turismo y gentrificación de los núcleos centrales de nuestras ciudades como está hablando todo el mundo?
Los independentistas tienen miedo. Miedo de una sociedad nueva que viene y que ellos no quieren, ya que les hunde el discurso. Pasa en todas partes, pero no tiene freno. Es preciso decirlo, explicarlo y trabajar para adaptarnos a esta nueva sociedad. Entiendo que es espantoso para mucha gente, sobre todo sencilla, si no se les enseña, ver que su mundo desaparece, se esfuma. Pero para eso hay líderes en las comunidades que marcan el camino, que dicen a la gente por dónde ir, que arriesgan lo que deben (como Churchill, por ejemplo). Los líderes separatistas no son así, son más bien todo lo contrario. Quieren mantener su sillón, sacarle sus beneficios, obcecando a la gente y llevándola a un callejón sin salida. Manteniéndolos en el pasado.
Debemos decirlo y luchar. No es fácil, pero la gente joven sabe mejor que nadie cómo es el mundo de hoy y el que viene. Han viajado más (qué gran hallazgo el Erasmus/Orgasmus), no les pasa nada por adaptarse a nuevas experiencias, tendrán otra identidad diferente a la que tenían las generaciones anteriores. En el País Vasco se acabó el problema cuando -entre otras muchas cosas- le gente joven dio la espalda a los temas identitarios tradicionales. ¿Hay rebote contra los separatistas entre la gente joven de aquí? Pese a lo que pueda parecer en colectivos estridentes y minoritarios, me parece que sí. En el concierto de Rosario, en la playa de Mataró en la Fiesta Mayor (“Las Santas”), los asistentes se sabían sus canciones y cantaban a viva voz con ella.
Mataró, 25 de agosto.

*Agradezco el interés, esfuerzo y trabajo del Sr. Mariano del Mazo de Unamuno en traducir al español el texto que publiqué inicialmente en catalán: http://magrinyar.blogspot.com/2018/08/per-deu-obriu-els-ulls-mireu-que-no-ho.html   y que me hizo llegar un amigo común. La posterior revisión del mismo y su publicación es de mi responsabilidad con lo que asumo los errores gramaticales que puedan observarse en este texto.